El Señor te guardará del mal

¿Sabías que el Señor nos ha prometido a través de su Palabra que nos guardará del mal? En varias partes de las Escrituras nos hablan sobre esto y es nuestro deber conocer estas grandes promesas que el Señor nos ha hecho. Pero algo muy valioso que debemos comprender es que esto no nos excluye de tener pruebas, puesto que las pruebas nos enseñan a no depender de nosotros mismos sino de Dios.

En la vida cristiana no todo es fácil, y aunque tengamos la certeza de que el Señor nos guarda, eso no significa que estemos exentos de dificultades. Las pruebas y los momentos de dolor son parte del proceso de crecimiento espiritual, porque en medio de esas experiencias aprendemos a mirar hacia lo alto y a confiar plenamente en la fidelidad de Dios. El propósito de las pruebas no es destruirnos, sino fortalecernos y hacernos dependientes del Señor en cada paso de nuestra vida.

El apóstol Pablo escribió a los Tesalonicenses:

1 Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros,

2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.

3 Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.

2 Tesalonicenses 3:1-3

Hay muchos males de los que el Señor nos puede librar, pero aunque no lo creas, el peor mal del que el Señor nos puede librar o guardar, es el mal de escuchar interpretaciones erróneas de las Escrituras de boca de ciertos hombres que solo buscan su propio deleite y no darle gloria a Dios, y esto lo podemos comprender cuando Pablo les escribe: «Porque no es de todos la fe». Posiblemente entre ellos habían algunos hermanos que no guardaban las doctrinas de los apóstoles, sino que se basaban en sus propias creencias, y es que la comunidad cristiana siempre ha sufrido más de parte de los que está dentro que de los que está fuera.

Este pasaje también nos recuerda la importancia de discernir lo que escuchamos y lo que creemos. Hoy en día abundan enseñanzas que aparentan ser bíblicas, pero que distorsionan el verdadero mensaje del evangelio. Por eso, es fundamental que cada creyente se acerque directamente a la Palabra de Dios, que la estudie con oración y con la guía del Espíritu Santo, para no caer en engaños. La fidelidad del Señor consiste precisamente en sostenernos y guardarnos de caer en la confusión que pueden generar las falsas enseñanzas.

El apóstol Pablo también comienza este capítulo de manera muy importante diciendo: «Orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros». Hermanos, la Palabra de Dios ha corrido hacia nosotros y debe seguir siendo glorificada, debemos seguir estudiando y aprendiendo sobre Dios y esto se logra a través del estudio de las Escrituras.

Aquí Pablo nos enseña que la oración no solo debe estar dirigida hacia nuestras necesidades personales, sino también hacia la expansión del mensaje de salvación. Cuando oramos para que la Palabra de Dios corra y sea glorificada, estamos participando activamente en la misión de Dios en la tierra. Nuestra responsabilidad es apoyar con oración y acción a quienes llevan el evangelio a lugares donde aún no ha llegado, porque de esta manera contribuimos a que más personas conozcan la verdad de Cristo.

Por último, el apóstol dice: «Pero fiel es el Señor»… El Señor es fiel hermanos, sin importar que un montón de veces incumplimos como creyentes, y aun así Él permanece siendo fiel. «Os afirmará y guardará del mal»… El Señor nos ha prometido mantenernos firmes en estos caminos, ya que por nosotros mismos es meramente imposible permanecer de pie si no es por la gracia de Dios.

El creyente que pone su confianza en Dios encuentra seguridad en medio de la incertidumbre. Aunque el enemigo intente sembrar temor, duda o incredulidad, tenemos la garantía de que el Señor es fiel y nunca abandona a los suyos. Esta fidelidad es una de las mayores virtudes divinas, y debemos recordarla constantemente para no caer en la desesperanza. Aun cuando nuestras fuerzas se agotan, es Él quien nos afirma y nos guarda, demostrando que nuestra vida está completamente bajo su cuidado.

En conclusión, podemos decir que el pasaje de 2 Tesalonicenses 3:1-3 nos enseña tres grandes verdades: la necesidad de orar constantemente para que la Palabra siga extendiéndose, el discernimiento para no dejarnos arrastrar por doctrinas falsas, y la confianza plena en la fidelidad de Dios que nos guarda de todo mal. La vida cristiana no es ausencia de pruebas, sino confianza en un Dios que nunca falla. Recordemos cada día que, aunque se levanten hombres perversos, aunque las dificultades sean grandes, nuestro Señor permanece fiel, y esa fidelidad es nuestra mayor garantía de seguridad y esperanza.

El poder de la fe
El Señor pelea por ti