Bienaventurados los que no vieron y creyeron

Es muy fácil creer que algo existe cuando lo vemos, pero creer en alguien sin haberlo visto es fe.  Y esta es nuestra fe, que creemos que Cristo es el Hijo de Dios y que existe en su máximo esplendor aun sin haberle visto. Y esta fe no debe cambiar nunca, pues, Cristo llama bienaventurado a todo aquel que cree sin haber visto.

La Biblia nos habla de una situación que nos puede servir de mucho, la cual es muy conocida por todos nosotros, dice:

27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: !!Señor mío, y Dios mío!

29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Juan 20: 27-29

Aquí tenemos la situación del Cristo resucitado. Para muchos eso de que Cristo resucitaría era simplemente una falacia y al parecer hasta entre sus discípulos había alguien con el mismo pensamiento de la la masa. En el versículo 25 de este mismo capítulo dice:  «Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré».

¡Increíble! Pero al parecer Tomás tenía una fe muy superficial, a este señor no le importaba ver al mismo Cristo, con el mismo físico ni nada de eso, si él no veía sus manos con la señal de los clavos ni introducía sus dedos en el lugar de los clavos, y metiese la mano su su costado, no creería. ¡Vasta incredulidad!

Así hay muchas personas, son como Tomás, ven las obras del Señor y aun así no creen e insisten en decir que nunca han visto a Dios y que por eso no creen.

Luego que Tomás pudo hacer todo lo que quería para comprobar que era Jesús, dijo:¡Señor mío, y Dios mío!. Es muy fácil decir estas palabras de esta manera, pero, veamos algo muy importante que Jesús dijo en ese momento: «Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron«.

Realmente somos bienaventurados cuando creemos en Dios sin haberle visto, y esta es la fuente de nuestra fe.

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