La importancia de pasar tiempo a solas con Dios

Alguien dijo una vez: “Solo el tiempo que pasamos a solas con Dios nos revela la profundidad de la pobreza de nuestro espíritu”. Esta frase encierra una gran verdad. Es precisamente por eso que resulta de vital importancia apartar un tiempo cada día para estar en intimidad con nuestro Señor. Todos los grandes hombres y mujeres de la Biblia tuvieron momentos de soledad con Dios; sacaban espacios de sus vidas para buscarle con todo el corazón. La pregunta que debemos hacernos es: ¿lo estamos haciendo nosotros? Con frecuencia nos envolvemos en el ajetreo del día a día, en el trabajo, en los estudios, en la familia, y dejamos relegada nuestra relación personal con Dios. Las oraciones colectivas y la adoración comunitaria son necesarias y hermosas, pero no sustituyen la vida devocional privada que cada creyente debe cultivar.

Una de las excusas más comunes para no orar ni tener comunión con Dios es la falta de tiempo. Muchos creyentes justifican su descuido espiritual alegando que sus responsabilidades son demasiadas. Sin embargo, si analizamos con sinceridad nuestro día, veremos que dedicamos horas enteras al celular, a las redes sociales, al televisor o al ordenador. Esto demuestra que el problema no es la falta de tiempo, sino la falta de prioridad. Como bien dijo John Piper: “El uso de Facebook y de Twitter en el día del juicio será una prueba para demostrar que la falta de oración no fue por falta de tiempo”. Estas palabras deben confrontarnos: ¿realmente estamos tan ocupados, o simplemente hemos dejado de valorar la intimidad con nuestro Dios?

Cuando pensamos en personajes bíblicos como Moisés, David, Daniel o Pablo, solemos admirar las grandes obras que Dios realizó a través de ellos. Pero detrás de esos testimonios había una vida profunda de oración. Moisés subía al monte y permanecía horas en la presencia del Señor. Daniel abría sus ventanas tres veces al día para orar, aun cuando sabía que su vida corría peligro. David decía en el Salmo 63:1: “Oh Dios, tú eres mi Dios; de madrugada te buscaré”. Ninguno de estos hombres ponía excusas, sino que comprendían que sin comunión con Dios no hay fuerza espiritual ni verdadera victoria.

Un ejemplo impactante lo encontramos en la vida de Jacob. Cuando luchaba con el ángel en Peniel, no estaba dispuesto a dejarlo ir sin recibir una bendición. “Entonces el hombre dijo: Suéltame, porque raya el alba. Y Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices” (Génesis 32:26). Esa determinación debe reflejarse en nuestras oraciones. Orar no es repetir palabras vacías, es buscar el rostro de Dios con persistencia, es decirle con el corazón: “No te soltaré hasta que me respondas, hasta que me transformes”.

La vida cristiana no consiste únicamente en asistir a los cultos de la iglesia o ejercer un cargo ministerial. Es mucho más que eso. Ser cristiano significa caminar diariamente con Cristo, rendirle todo nuestro ser y buscarle de manera personal. La intimidad con Dios es el alimento del alma. Sin ella, nuestra fe se debilita y nuestro servicio se convierte en una rutina vacía.

Debemos entender que Dios no busca sacrificios externos sin corazón, ni actividades religiosas sin devoción. Lo que Él quiere es un pueblo que le ame y que le busque de todo corazón. Isaías 55:6 nos exhorta: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Cada día es una oportunidad nueva para encontrarnos con Dios en oración y en su Palabra. No desperdiciemos el tiempo en justificaciones necias. Si hay algo que debe ocupar el primer lugar en nuestra vida es la presencia de Dios.

En conclusión, si queremos tener una vida cristiana firme y fructífera, debemos recuperar la disciplina de buscar a Dios en secreto. La intimidad con Él no puede ser reemplazada por nada. Cuando dedicamos tiempo a solas con Dios, descubrimos nuestra verdadera condición espiritual, somos fortalecidos y renovados, y nuestra vida comienza a dar fruto para la gloria de su nombre. Que el Señor nos conceda el deseo ardiente de decir como Jacob: “No te soltaré si no me bendices”.

"Soy cristiano pero no tonto"
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