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Cayeron, y no hubo quien los ayudase

12 Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones; Cayeron, y no hubo quien los ayudase.

Muchos del pueblo de Israel, por no obedecer los mandatos del Señor, caían derrotados delante de sus enemigos, quienes los sometían como esclavos. Todo esto sucedía porque eran rebeldes y sus corazones se apartaban del Señor.

Aunque Dios los había sacado de la esclavitud y de aquellos trabajos forzosos, ellos despreciaron el consejo del Dios Todopoderoso, quien los había liberado de las tinieblas para llevarlos a un lugar mejor.

En el capítulo 107 del libro de los Salmos, el salmista entendía que algunos fueron encarcelados con cadenas de hierro por su gran rebeldía, porque no escucharon el mensaje del Señor que podía salvarlos de sus enemigos.

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11 Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová, Y aborrecieron el consejo del Altísimo.

12 Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones; Cayeron, y no hubo quien los ayudase.

13 Luego que clamaron a Jehová en su angustia, Los libró de sus aflicciones;

Salmos 107:11-13

Cuando nos hacemos sordos y nos volvemos rebeldes, al no escuchar el consejo de nuestro Dios, enfrentamos calamidades y somos castigados, porque ignoramos Su voz.

Después de haber pecado contra el Señor, el pueblo clamó a Él para que los ayudara, porque la angustia que sentían era muy grande. Fue entonces cuando Dios los liberó de sus aflicciones.

Queridos hermanos, no nos desviemos del camino del Señor. Escuchemos el consejo de Aquel que lo sabe todo, de Aquel que nos advierte antes de que venga el mal. Si escuchamos a nuestro Dios, evitaremos sufrir lo que este pueblo vivió por desobedecer al Señor.

La historia del pueblo de Israel no solo es un relato antiguo, sino una lección viva para nosotros hoy. Cada vez que el ser humano decide apartarse de Dios y seguir su propio camino, inevitablemente se enfrenta al dolor y a la pérdida. La desobediencia siempre trae consecuencias, pero el arrepentimiento genuino trae restauración. Dios, en su infinita misericordia, escucha el clamor del corazón arrepentido, tal como lo hizo con Su pueblo en el pasado.

Debemos entender que el Señor no busca castigar por placer, sino corregir por amor. Cuando enfrentamos pruebas o sentimos que todo nos sale mal, muchas veces es el llamado de Dios para que volvamos a Sus caminos. Él quiere que aprendamos a depender completamente de Su voluntad y no de nuestras propias fuerzas. Tal como el pueblo clamó en su angustia y fue libertado, nosotros también podemos hallar libertad si nos rendimos ante Él.

En nuestra vida diaria, el consejo de Dios llega a través de Su Palabra, de las enseñanzas de Cristo y de la voz del Espíritu Santo. Pero cuando endurecemos el corazón, corremos el riesgo de caer en cadenas espirituales: el orgullo, la ansiedad, el pecado o la falta de perdón. Sin embargo, el Señor promete romper toda cadena si acudimos a Él con humildad y fe.

Así como Dios tuvo compasión de Israel, también tiene compasión de nosotros. Él no quiere que vivamos en esclavitud espiritual, sino que experimentemos una vida plena bajo Su gracia. Por eso, es necesario mantenernos fieles a Su Palabra, recordar Sus mandamientos y obedecer con gozo, sabiendo que Su consejo siempre nos guía a la victoria.

En conclusión, no olvidemos que obedecer a Dios trae paz, dirección y bendición. La desobediencia, en cambio, trae confusión, dolor y pérdida. Que este pasaje del Salmo 107 nos motive a permanecer firmes, escuchando la voz de Dios y caminando bajo Su guía cada día. Solo así podremos vivir en verdadera libertad y experimentar las promesas del Señor en nuestras vidas.

Nuestra ayuda y nuestro escudo es Él
El que da al pobre no tendrá pobreza
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