En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo les dejaba claro que debían abandonar todo aquello que era pecaminoso delante del Señor, especialmente toda inmoralidad. Pablo decía que Dios juzga a los que están dentro de los caminos, pero aquellos que están fuera serán apartados de nosotros por ser perversos.
La iglesia de Corinto estaba siendo corregida por Pablo para que caminaran rectamente delante de Dios, separándose de sus malos caminos, porque no pertenecían al mundo, y a los del mundo Dios los castigará.
Por eso, el título de este artículo refleja lo que Dios hará con los que están afuera:
Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.
1 Corintios 5:13
Muchos en el pueblo estaban desordenados delante de Dios, y por eso vemos las palabras del apóstol Pablo dirigiéndose a esta iglesia a través de esta carta.
Aquellos que son juzgados por Dios por sus malas conductas serán apartados y castigados por sus pecados, por su perversidad, y porque intentan desviar por el mal camino a todos los que están bien delante de Dios.
Es importante que te mantengas firme y con buena conducta delante del Señor, para que no seas uno de los que serán apartados y echados fuera por sus malos caminos.
El apóstol Pablo hablaba con firmeza, pero también con amor, porque deseaba que la iglesia de Corinto volviera a la pureza de su fe. Esta comunidad estaba siendo contaminada por el pecado, y Pablo no podía permanecer en silencio. Él sabía que la falta de corrección en el pueblo podía traer consecuencias graves, no solo espirituales, sino también morales. La inmoralidad dentro de la iglesia debía ser tratada con disciplina, ya que el propósito no era condenar, sino restaurar al pecador para que no siguiera perdido en el error.
Este mensaje sigue siendo actual para cada creyente. Hoy en día, muchos piensan que pueden vivir en pecado y seguir llamándose hijos de Dios, pero la Biblia enseña claramente que no se puede servir a dos señores. El cristiano debe distinguirse por su forma de vivir, por su obediencia y su fidelidad. No se trata de una apariencia externa, sino de una transformación interna producida por el Espíritu Santo.
Pablo exhorta a que la iglesia no se una a las obras de las tinieblas, sino que las reprenda. Cada creyente debe analizar su vida, sus acciones y pensamientos, y pedirle a Dios que le muestre si hay algo que deba cambiar. Cuando permitimos que la luz de Cristo ilumine nuestros caminos, podemos vivir de manera justa y ser un ejemplo para los demás. El apóstol buscaba precisamente eso: una iglesia limpia, santa y consagrada al Señor.
El juicio de Dios es justo y perfecto. No se basa en apariencias ni favoritismos, sino en la verdad. Los que viven en desobediencia serán juzgados según sus obras, mientras que los que se mantienen fieles recibirán misericordia. Por eso, es necesario mantenerse alerta y no permitir que la influencia del mundo corrompa la fe. El creyente debe recordar que aunque esté en el mundo, no pertenece a él. Su ciudadanía está en los cielos, y debe actuar conforme a los principios del Reino de Dios.
Cuando Pablo dice “Quitad al perverso de entre vosotros”, no lo hace por falta de amor, sino por celo santo. Su intención era proteger la pureza del cuerpo de Cristo. Permitir el pecado dentro de la comunidad de fe era como dejar una pequeña levadura que fermenta toda la masa. Por eso, el llamado es a vivir en santidad, a apartarse del mal y a no ser partícipes de las obras de injusticia.
Cada hijo de Dios debe recordar que la disciplina del Señor es una muestra de Su amor. Él corrige a quienes ama, para que vuelvan al buen camino. Si hoy el Espíritu Santo te muestra algo que debes cambiar, no ignores Su voz. Arrepiéntete, vuelve a la verdad y permanece firme, porque solo así podrás disfrutar de la comunión con Dios y de la paz que sobrepasa todo entendimiento.
Que este pasaje de 1 Corintios 5:13 nos inspire a examinar nuestras vidas y a buscar siempre agradar a Dios. Que cada palabra del apóstol Pablo nos recuerde que la santidad no es una opción, sino una necesidad para quienes desean ver el rostro del Señor.

