En esta escritura de Pablo, el apóstol menciona el aumento de la maldad en los hombres de los últimos días. Amadores de la maldad, y carentes de amor, representan un peligro.
Pablo describe a esta generación de los últimos días de una manera terrible: hombres impetuosos, infatuados y, sobre todo, alejados de Dios en sus corazones.
Hoy en día podemos observar este tipo de carácter en aquellos hombres que no aman la verdad, lo que demuestra que sus corazones están alejados del Señor.
Por eso, el apóstol menciona en estos versículos lo siguiente acerca de los hombres de los últimos tiempos, 2 Timoteo 3:1-5:
1 También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
3 sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
4 traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios,
5 que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita.
2 Timoteo 3:1-5
Estos hombres que Pablo describe en este capítulo carecen de afecto natural y tienen sus mentes y corazones dominados por el maligno.
Pueden aparentar tener amor, pero si Cristo no mora en ellos, están vacíos y llenos de maldad. Por lo tanto, hermanos en la fe en Cristo Jesús, nuestro Señor, mantengámonos siempre firmes con el amor de Dios en nuestros corazones y no nos dejemos engañar por estos hombres, ya que pronto recibirán su recompensa.
El apóstol Pablo no solo estaba advirtiendo a Timoteo, sino también a toda la iglesia sobre una realidad espiritual que se manifestaría con fuerza en los últimos tiempos. Los valores del mundo se invertirían; lo malo sería considerado bueno y lo bueno sería rechazado. Esta descripción se asemeja profundamente a lo que vivimos hoy: una sociedad en la que el egoísmo, la soberbia y el amor al placer dominan sobre la compasión, la humildad y el amor al prójimo.
Pablo también menciona que estos hombres tendrían “apariencia de piedad”, lo que significa que muchos de ellos aparentarían ser religiosos o incluso espirituales, pero sus corazones estarían lejos de Dios. Esta advertencia es muy actual, ya que existen muchos que usan el nombre de Dios para su propio beneficio, pero no viven conforme a Su palabra. Jesús mismo dijo que conoceríamos a los verdaderos siervos por sus frutos, y no por sus palabras o apariencias.
El creyente fiel debe estar atento, lleno del discernimiento del Espíritu Santo, para no caer en los engaños de este mundo. Debemos recordar que la Palabra de Dios nos llama a mantenernos firmes en la verdad, a perseverar en la santidad y a no dejarnos arrastrar por las corrientes modernas que promueven el orgullo y la desobediencia. Como está escrito: “El amor de muchos se enfriará”, pero aquellos que permanezcan en Cristo serán fortalecidos por Su Espíritu.
En medio de tanta oscuridad moral, el cristiano está llamado a ser luz. En tiempos donde abunda el pecado, más debe resplandecer la gracia. No debemos desanimarnos al ver el deterioro del mundo, sino renovar nuestra fe y esperanza sabiendo que el Señor ya nos advirtió de estas cosas. La profecía se cumple ante nuestros ojos, lo que significa que el regreso de Cristo está cada día más cerca.
Por tanto, amados hermanos, busquemos la presencia de Dios cada día, permanezcamos en oración y en la lectura de Su Palabra. Solo así podremos resistir las tentaciones de los últimos tiempos y mantenernos firmes en la verdad. Recordemos que, aunque el mundo se vuelva más impío, el amor de Dios sigue siendo nuestro refugio. Que podamos ser ejemplo de fe, esperanza y pureza en medio de una generación perversa.
Conclusión: Las palabras de Pablo en 2 Timoteo 3 no fueron escritas solo para advertir, sino también para preparar. La maldad se multiplicará, pero aquellos que aman al Señor serán guardados. No miremos con temor los tiempos peligrosos, sino con la confianza de que Dios sigue gobernando sobre todo. Mantengamos el corazón limpio, el amor ardiente y la mirada puesta en Cristo, nuestra esperanza eterna.

