El libro de Malaquías nos muestra las palabras del Señor para Su pueblo. Dios mismo será el sol de justicia para aquellos que actúen bajo Su voluntad, para aquellos que teman al Dios todopoderoso.
En este capítulo 4, en su versículo 3, podemos notar que los malvados perecerán y serán desechados por Dios, porque el gran día del juicio final se acerca.
Aunque los malvados prosperen en su totalidad, no debemos tener envidia, ya que para obtener todas sus riquezas tienen que cometer todo tipo de atrocidades. Es por eso que Dios está airado con ellos.
Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Malaquías 4:3
Malaquías presenta en esta escritura la promesa de Dios para Su pueblo, para aquellos que temen de todo corazón al Señor, que invocan Su nombre y exaltan Su obra poderosa.
Más allá de todo, el Señor prometió un fuego, el sol de justicia, con Su fuego refinador hará proezas en Su pueblo, quienes tendrán sanidad y liberación.
Pueblo, tribu y nación, confiemos todos unidos en el Señor, que es nuestro sol de justicia. Temamos al Dios de nuestra salvación. Vamos todos a creer en Su fiel promesa y no pasemos por alto que seremos llevados ante el juicio del Señor.
Este libro profético es el último del Antiguo Testamento y sirve como un puente entre las antiguas promesas y la venida del Mesías. Malaquías fue enviado a recordar al pueblo de Israel que Dios no olvida ni a los justos ni a los injustos. En su mensaje, resalta la diferencia entre el que sirve a Dios y el que no le sirve, mostrando que los tiempos del Señor traerán recompensa para unos y destrucción para otros.
El “sol de justicia” del que habla el profeta representa a Cristo mismo, quien traerá luz a los que caminan en tinieblas. Así como el sol ilumina la tierra y disipa la oscuridad, de igual manera el Señor traerá claridad a las almas confundidas, sanando los corazones quebrantados y restaurando lo que el pecado había dañado. Su justicia no es parcial ni tarda, sino perfecta y eterna.
Por eso, este pasaje también es una invitación a vivir con esperanza. Aunque el mundo actual parezca dominado por la maldad, los que confían en Dios deben permanecer firmes. Las injusticias del presente no durarán para siempre, porque el día del Señor vendrá y todo será puesto en su lugar. Los orgullosos y desobedientes serán como ceniza, pero los que aman al Señor resplandecerán como el amanecer de un nuevo día.
Cada palabra de Malaquías nos enseña que Dios ve nuestras obras, escucha nuestras oraciones y recompensa la fidelidad. Ser temeroso del Señor no significa vivir con miedo, sino con reverencia, sabiendo que Su poder es grande y Su misericordia aún mayor. El mismo fuego que consume al malvado purifica al justo, porque Dios usa las pruebas para hacernos más fuertes y más cercanos a Él.
Hoy también podemos aplicar este mensaje a nuestra vida. En tiempos donde parece que los malos triunfan, recordemos que el Señor sigue siendo nuestro refugio y nuestra fortaleza. Él no dejará sin justicia a los suyos. Mantengamos nuestros ojos puestos en el “sol de justicia”, que es Cristo, el que sana nuestras heridas, el que trae salvación y el que pronto volverá en gloria.
Vivamos entonces con fe, esperanza y temor de Dios. Que cada uno de nosotros sea hallado fiel, esperando el día en que el Señor actuará con poder. Que Su luz ilumine nuestro camino y Su justicia nos cubra eternamente. ¡Bendito sea el nombre del Señor, nuestro sol de justicia que nunca deja de brillar!

