Hay varios factores que afectan la vida espiritual del ser humano. Cuando un hombre no tiene conocimiento de la palabra de Dios, es como el viento, que no sabemos de dónde viene ni a dónde va. De esta manera, puede caer fácilmente en adulterio, ya que el conocimiento de la palabra del Señor nos advierte sobre esto.
Salomón hace una comparación entre el ladrón y el adúltero. El ladrón, cuando es descubierto y enfrenta la justicia, termina pagando más de lo que ha robado. Sin embargo, también menciona que el adúltero roba, pero le es imposible restituir.
La mención, o más bien esta comparación, que Salomón hace en este verso entre el ladrón y el adúltero deja claro que el ladrón puede restituir lo que ha robado e incluso más, pero el adúltero no puede hacerlo. Esto se debe a la falta de conocimiento.
Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; Corrompe su alma el que tal hace.
Proverbios 6:32
El adulterio es un pecado que se comete por deseo, ya que se trata del deseo del hombre y la carne. Este desenfrenado deseo ocasiona que el alma se corrompa, como menciona este proverbio.
¿Por qué aquel que comete adulterio carece de entendimiento? Porque no cuida ni controla su carne. Es un deseo que siempre está presente para engañarte y ponerte en desacuerdo con el Señor.
Salomón nos exhorta a evitar caer en este desenfrenado deseo de la carne, porque una vez dentro, la restitución es difícil. Aunque no hay dudas de que tu vida cambiará, esto solo sucede si vuelves al conocimiento pleno del Señor y alejas este mal de tu vida.
La Biblia enseña que todo aquel que comete adulterio no solo destruye su matrimonio, sino que también hiere su alma y afecta la comunión con Dios. En el libro de los Proverbios se destaca que este tipo de pecado no queda sin consecuencia, ya que deja cicatrices profundas que no se borran con facilidad. El adúltero puede arrepentirse y recibir el perdón del Señor, pero las consecuencias de sus acciones lo acompañarán como recordatorio del precio del pecado.
Por esta razón, es importante guardar el corazón con diligencia. El sabio Salomón dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”. Cuando permitimos que los pensamientos impuros o los deseos carnales gobiernen nuestras decisiones, el enemigo gana terreno en nuestra mente y nos aleja del propósito divino. La batalla comienza en el pensamiento, y si no se frena a tiempo, puede llevar a la caída.
En el mundo actual, donde la infidelidad se normaliza y el pecado se disfraza de placer, los creyentes deben ser firmes en la fe y en la obediencia a Dios. No basta con evitar el acto físico del adulterio; también debemos cuidar lo que miramos, lo que deseamos y lo que permitimos entrar en nuestro corazón. Jesús mismo dijo: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón”. Esto nos recuerda que el pecado comienza en lo interno, antes de manifestarse en lo visible.
El verdadero entendimiento viene de Dios. Cuando conocemos Su palabra y permitimos que ella dirija nuestras decisiones, el Espíritu Santo nos guía para discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Así evitamos los caminos que conducen a la perdición y permanecemos firmes en la santidad. El conocimiento de la verdad no solo protege, sino que también transforma al ser humano, renovando su mente y fortaleciendo su espíritu contra las tentaciones.
Por eso, querido lector, si alguna vez te has sentido tentado a caer en este tipo de pecado, busca refugio en el Señor. Él es quien puede limpiar tu corazón, darte dominio propio y renovar tu mente. Solo Su palabra tiene el poder para romper las cadenas del deseo desordenado y restaurar lo que el pecado ha intentado destruir. En Cristo encontramos perdón, restauración y la fuerza para vivir en pureza delante de Dios.
Que estas palabras de Salomón sirvan como advertencia y enseñanza para todos nosotros. El adulterio no solo destruye hogares, sino que corrompe el alma del que lo practica. Pero en el conocimiento del Señor hay sabiduría, y en la obediencia hay vida. Mantengamos nuestros corazones en la verdad de Dios, y seremos guardados de todo mal camino.

