La obediencia al evangelio de nuestro Señor Jesucristo es una muestra de amor, fe y reconocimiento de Su poder. Desde los tiempos bíblicos, el llamado del Señor ha sido claro: vivir conforme a Su palabra y guardar Sus mandamientos. Cuando una persona decide ignorar el mensaje del evangelio, está cerrando su corazón a la gracia y misericordia que Dios extiende a todos los seres humanos. Por eso, la Escritura advierte sobre el resultado de tal desobediencia: la perdición eterna para quienes rechazan la verdad divina y se alejan del camino de salvación.
No obedecer el evangelio de nuestro Señor Jesucristo nos convierte en personas que no reconocen Su poder y misericordia. Por eso, el castigo será la pena de perdición eterna.
Aquellos que nunca lo conocieron serán castigados por Dios; el fuego eterno caerá sobre ellos. También podemos mencionar a aquellos que sí lo conocieron pero se apartaron de los caminos del Señor; el juicio caerá sobre ellos con gran furor.
El apóstol Pablo hace una declaración en 2 Tesalonicenses 1:8 para aquellos que persiguieron a los tesalonicenses: Estos sufrirán la pena de perdición eterna.
los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
2 Tesalonicenses 1:9
Aquellos que no obedecen el evangelio y se oponen a la obra poderosa de Dios serán consumidos por el juicio del Señor en aquel día. El Dios del cielo los castigará por perseguir a aquellos que guardan Su palabra.
En aquel tiempo, la iglesia de Cristo sufría mucha persecución por parte de aquellos que no reconocían al Señor como su Dios y único salvador. Sin embargo, también había muchos dispuestos a recibir la muerte por la causa de Cristo. Estos sabían verdaderamente que algún día serían levantados y vivirían por la eternidad. Pero aquellos que se apartaron de Cristo recibirán el castigo eterno.
Esta enseñanza del apóstol Pablo no solo fue dirigida a los tesalonicenses, sino que también tiene aplicación para la iglesia de hoy. En un mundo donde abundan las distracciones y la incredulidad, es fácil apartarse de los caminos del Señor. No obstante, Dios sigue siendo justo y fiel para recompensar a los que permanecen firmes en la fe y castigar a los que oprimen a Su pueblo. La justicia divina no se retrasa, aunque a veces parezca que los malvados prosperan. Todo tiene su tiempo, y llegará el día en que el Señor juzgará con equidad a cada uno según sus obras.
Los que obedecen el evangelio no deben temer, porque su galardón está en los cielos. La salvación y la vida eterna son promesas firmes para aquellos que siguen los pasos de Cristo con fidelidad y amor. Por eso, es necesario mantenernos en comunión con Dios, perseverando en oración y guardando Su palabra, aunque el mundo nos rechace. El apóstol Pedro también exhorta a los creyentes a no avergonzarse del evangelio, sino a sufrir por él si es necesario, sabiendo que el sufrimiento por causa de Cristo trae gloria y recompensa eterna.
Hermanos en la fe en Cristo, no permitamos que nuestra fe desmaye. Sigamos creyendo en nuestro Señor aunque nos persigan, porque aquellos que persiguen la iglesia de Cristo recibirán el castigo de perdición eterna, y el fuego los consumirá a todos.
Recordemos siempre que nuestra esperanza no está en las cosas terrenales, sino en la promesa gloriosa de Cristo Jesús. Que nada ni nadie nos aparte de la verdad del evangelio. Mantengamos encendida la llama de la fe, predicando Su palabra con amor, con valentía y con gratitud, sabiendo que el Señor regresará pronto para recompensar a los suyos y hacer justicia sobre toda la tierra.

