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Los impíos perecerán

Mas los impíos perecerán, Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros Serán consumidos; se disiparán como el humo.

El libro de los Salmos es una joya espiritual que nos enseña a confiar en Dios en medio de toda adversidad. En sus páginas encontramos alabanzas, súplicas, consejos y advertencias divinas que nos guían por el camino correcto. En este pasaje en particular, el salmista presenta palabras llenas de juicio y verdad, dirigidas a los hombres impíos, anticipando un evento que acabará con cualquier vestigio de maldad.

Los impíos son descritos como enemigos extremos de Dios, ya que su pecado y transgresión son enormes ante el Señor. Estos serán consumidos por completo. El hombre que vive alejado de la voluntad divina puede parecer prosperar por un tiempo, pero su fin será trágico, pues Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembra, eso también cosecha. Por eso, el salmista no solo muestra el destino de los malos, sino también el triunfo del justo que confía plenamente en el Señor.

En este capítulo de los Salmos, David habla sobre el destino de los malvados, hacia dónde se encaminan. Por esta razón, también menciona las bendiciones reservadas para el hombre justo, asegurándole que no se impaciente, ya que el Señor cortará como hierba mala a los impíos. Esta comparación es poderosa, pues la hierba crece rápidamente, pero también se seca con la misma rapidez. Así es la prosperidad de los impíos: pasajera, sin raíz ni fruto eterno.

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Mas los impíos perecerán,
Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros
Serán consumidos; se disiparán como el humo.

Salmos 37:20

El salmista sabía que la recompensa de los impíos era rápida, por lo que estas palabras están dirigidas al hombre justo. Se le recomienda al justo que no se impaciente, pues Dios acude a su socorro en el momento adecuado. A veces, el justo puede sentir frustración al ver cómo los malvados prosperan, pero el salmista recuerda que esta prosperidad es efímera, mientras que la bendición de Dios permanece para siempre.

Como fieles seguidores de Cristo, debemos confiar en que el Señor nos ayudará, al igual que lo hizo con David para vencer a sus enemigos. La historia bíblica está llena de ejemplos de hombres y mujeres que esperaron en Dios y vieron Su justicia manifestarse. Abraham esperó una promesa, José soportó el rechazo, Job perseveró en medio del dolor, y todos ellos fueron recompensados por su fe y constancia.

Hermanos, es crucial confiar en Dios, ya que la heredad de los justos es eterna, mientras que para los impíos está reservada la perdición. Así que, no te impacientes, porque Dios es quien te ayuda en tus procesos y limpia tu camino. Cada vez que te enfrentes a la injusticia o al mal aparente, recuerda que el Señor sigue siendo juez justo y defensor de los que le aman.

La enseñanza principal de este pasaje es que debemos mantener una fe firme, sin dejarnos llevar por las apariencias. La vida del impío puede parecer cómoda, pero su final será de destrucción. En cambio, los que confían en Dios heredarán la tierra, disfrutarán de Su paz y vivirán bajo Su amparo eterno. No es casualidad que el Salmo 37 también diga: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará”.

Que esta reflexión inspire tu corazón a seguir esperando en el Señor. No pongas tus ojos en lo que perece, sino en lo que permanece. El justo florecerá como la palma, será plantado en la casa de Dios y dará fruto aún en la vejez. Dios cuida a los suyos, y aunque los impíos se disipen como el humo, la justicia del Señor brillará para siempre en la vida de los que confían en Él.

Bueno es Dios para con los limpios de corazón
Toda la tierra está llena de Su gloria
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