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Los malignos serán destruidos

Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.

Desde los primeros tiempos, la Palabra de Dios nos enseña que el Señor ha tratado con justicia a la humanidad. Cuando la maldad de los hombres se multiplica, Dios, en Su soberanía, actúa con rectitud y elimina de la tierra a aquellos de pensamientos malos y corazones llenos de iniquidad. No porque Él se complazca en la destrucción, sino porque Su santidad no puede convivir con el pecado desenfrenado. Las Escrituras nos muestran, desde el diluvio en los días de Noé hasta la caída de Sodoma y Gomorra, que Dios siempre ha tenido un propósito de purificación: preservar un remanente fiel, separado para Su gloria.

Por eso, debemos entender que el creyente ha sido apartado por Dios para caminar en justicia y verdad. Hemos sido llamados a vivir en santidad en medio de un mundo que se deleita en el mal. No somos parte de los impíos que serán raídos de la faz de la tierra, sino de aquellos que han hallado misericordia ante los ojos del Señor. Cada día, Dios extiende Su paciencia para que más personas se arrepientan, pero llegará el momento en que los juicios divinos se manifestarán con poder, y solo los que confían en Él permanecerán firmes.

El Salmo 37 nos revela un principio eterno: los planes de los malvados son pasajeros, pero la esperanza de los justos es eterna. David, en su sabiduría inspirada por el Espíritu Santo, escribió sobre el destino de los que hacen el mal y de los que confían en Jehová:

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Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.

Salmos 37:9

Este versículo muestra una clara separación entre dos caminos: el del malvado y el del justo. Los primeros, con su arrogancia, creen que sus acciones pasarán desapercibidas ante los ojos de Dios, pero el juicio divino los alcanzará. Su aparente prosperidad es momentánea, como la hierba que florece por un instante y luego se seca. En cambio, los que esperan pacientemente en el Señor recibirán una recompensa eterna. La herencia prometida no es solo una tierra física, sino el descanso eterno en la presencia de Dios, la morada celestial que Él ha preparado para los que le aman.

El consuelo de esta promesa es inmenso. Aunque veamos injusticias, violencia o corrupción a nuestro alrededor, no debemos desesperar. Dios tiene todo bajo control, y Su justicia se cumplirá en el momento perfecto. El creyente debe mantenerse firme, confiando en que el Señor defiende a los suyos. El salmista dice también: “He visto al impío sumamente enaltecido, y extendiéndose como laurel verde, pero pasó, y he aquí ya no estaba.” (Salmos 37:35-36). Los impíos desaparecerán, pero el justo permanecerá plantado junto a corrientes de aguas.

Hermano, si hoy te sientes desanimado al ver la maldad aumentar, recuerda que Dios no te ha olvidado. Él cuida de Sus hijos con amor eterno y sostiene a los mansos con Su mano poderosa. Los que confían en el Señor no serán avergonzados. En lugar de preocuparte por el destino de los malos, enfócate en vivir una vida que agrade a Dios, porque tu recompensa será grande. El Señor promete que los que guardan Su palabra heredarán la tierra y disfrutarán del gozo de Su presencia para siempre.

Mantente fiel, persevera en la fe y sigue obrando con rectitud. Aunque el mundo entero camine hacia la oscuridad, los hijos de Dios brillarán como luminares en el firmamento. No temas, porque el Señor está contigo, te protegerá de los impíos y te dará la victoria final. Como dice el salmista: “El Señor ama la justicia y no desampara a sus santos; para siempre serán guardados.” (Salmos 37:28). Por tanto, confía en Él, espera en Su promesa y regocíjate, porque pronto verás el cumplimiento de Su palabra: “los que esperan en Jehová heredarán la tierra.”

Esperemos atentos el gran día porque no sabemos cuándo será
El que sana todas tus dolencias
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