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Calamidades lloverán sobre los malos

Sobre los malos hará llover calamidades; Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.

Grandes males caerán sobre los malos, sobre aquellos que han endurecido su corazón y viven de manera perversa, practicando la injusticia y alejándose deliberadamente de los caminos del Señor. La maldad de sus obras es un reflejo de sus pensamientos, pues de la abundancia del corazón habla la boca. Estos hombres y mujeres no buscan el bien, sino que traman la iniquidad, y aunque parezca que prosperan por un tiempo, la justicia divina no tarda en llegar. Dios es paciente, pero no pasivo. Su juicio se cumplirá en su tiempo, y nadie podrá escapar de la retribución que Él ha preparado para los impíos.

El salmista David, inspirado por el Espíritu de Dios, habló palabras firmes y temibles que pocos quieren oír. Él nos recuerda que el juicio de Dios no se puede evadir. La aparente tranquilidad de los malos no es sino el silencio previo a la tormenta. Así como el gran diluvio cayó sobre la tierra en los días de Noé, así también caerán calamidades sobre los que han decidido vivir en maldad. Los perversos piensan que pueden esconder sus obras, pero el Señor todo lo ve, incluso lo que se hace en secreto. La Escritura declara que nada hay oculto que no haya de ser revelado, ni escondido que no haya de salir a la luz.

David escribió con solemnidad en los Salmos palabras que estremecen el alma:

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Sobre los malos hará llover calamidades;
Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.

Salmos 11:6

Estas palabras describen el juicio justo de Dios. Fuego y azufre son símbolos del castigo eterno, del juicio que el Señor reserva para aquellos que persisten en la rebeldía. El “viento abrasador” representa la ira de Dios que consume toda impiedad. Este no es un lenguaje poético vacío, sino una advertencia real. Los que caminan por sendas oscuras, los que practican la injusticia, los que se burlan del consejo de Dios y menosprecian Su Palabra, tendrán que enfrentar este terrible destino si no se arrepienten. Las calamidades que el salmista menciona no son simples desgracias terrenales, sino la manifestación del juicio divino sobre los que rechazan la verdad.

La Biblia está llena de ejemplos que confirman esta verdad. En los días de Sodoma y Gomorra, el fuego y el azufre descendieron del cielo como castigo por su perversión. En los tiempos de Egipto, plagas y destrucción cayeron sobre los que endurecieron sus corazones. En cada generación, el Señor ha mostrado Su justicia y ha hecho saber que Él aborrece la maldad. No porque disfrute del castigo, sino porque Su santidad no puede convivir con el pecado. Dios es amor, pero también es justo. Su justicia exige que el mal sea castigado, y que cada uno reciba conforme a sus obras.

Hoy en día muchos se burlan de esta verdad. Piensan que pueden vivir sin consecuencias, que el pecado no tiene precio. Pero la Palabra de Dios es clara: “La paga del pecado es muerte”. Aunque los impíos prosperen y parezcan disfrutar de la vida, llegará el día en que todo será puesto en evidencia. El fuego del juicio caerá sobre ellos y no habrá refugio ni sombra donde esconderse. Aquellos que despreciaron el amor de Dios recibirán la ira que ellos mismos provocaron. El juicio de Dios es real y será ineludible para los que no se arrepientan.

Sin embargo, el mensaje de este salmo también tiene un llamado a la esperanza. Aún hay tiempo para volverse al Señor. Él no desea la muerte del impío, sino que se arrepienta y viva. Si estás leyendo esto y reconoces que has andado lejos de Dios, ven a Cristo. Solo en Él hay perdón, salvación y nueva vida. El Señor aborrece la maldad, pero ama al pecador que se humilla y busca Su rostro. No esperes al día del juicio para reconocer Su poder. Hoy es el día de la salvación. Busca a Dios mientras puede ser hallado, y Su misericordia te cubrirá.

Amados hermanos, recordemos que Dios aborrece al hombre de maldad. El castigo está preparado para los impíos, pero la gracia está abierta para quienes se arrepienten. Caminemos en santidad, apartémonos del mal y vivamos conforme a la justicia de Cristo. Destrucción vendrá sobre los malos, pero los que temen al Señor serán guardados bajo Su sombra. Que Su poder y Su amor nos mantengan firmes, porque el día del juicio está cerca y solo los justos heredarán la vida eterna. ¡Gloria al Dios justo y verdadero, cuyo trono permanece para siempre!

¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
El Señor fue mi apoyo en el día de mi quebranto
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