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Cuando mueras no llevarás nada

Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria.

¿Por qué te afanas tanto en lo material, si cuando te mueras no te llevarás nada? Son muchos los que viven angustiados por acumular riquezas, aferrándose con toda su fuerza a lo que poseen, como si su vida dependiera de ello. Pero la verdad es que nada de lo que tenemos en esta tierra nos acompañará después de la muerte. El cuerpo se descompone, los bienes quedan, y el alma parte hacia la eternidad para dar cuentas al Creador. Ninguna riqueza, posición o influencia puede salvarnos de ese destino inevitable. Por eso el sabio en Eclesiastés afirmó: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad.”

El corazón humano, por naturaleza, tiende a la vanidad y al orgullo. Muchos dedican toda su vida a acumular fortuna, a invertir su tiempo, su mente y su esfuerzo en aquello que perece, olvidando que solo lo eterno tiene verdadero valor. La obsesión por el dinero y las posesiones materiales ha llevado a incontables personas a olvidarse de Dios, a endurecer su corazón y a vivir como si la vida no tuviera fin. Pero llega el día en que todo termina, y entonces descubren la triste realidad: que su alma estaba vacía, y que ninguna riqueza terrenal puede comprar la salvación ni la paz con Dios.

La Biblia nos enseña con claridad lo necio que es confiar en los bienes materiales. El salmista escribió con sabiduría divina una advertencia que trasciende los siglos y sigue siendo verdad hoy:

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Porque cuando muera no llevará nada,
Ni descenderá tras él su gloria.
Salmos 49:17

Estas palabras, pronunciadas por los hijos de Coré, exponen la insensatez de los hombres ricos y pobres que ponen su esperanza en las riquezas. El dinero puede brindar comodidades, pero no puede comprar la eternidad. Quien deposita su fe en las posesiones termina vacío, porque al morir no podrá llevarse nada. Lo que tanto trabajo costó acumular, pasa a manos de otros, y así se cumple lo que dice la Escritura: “Dejaron a otros sus riquezas.” Es una lección que debería llevarnos a reflexionar sobre el propósito de nuestra existencia: ¿vivimos para acumular lo temporal o para sembrar en lo eterno?

El Señor Jesús también habló con claridad sobre este asunto. En Lucas 12:15 dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” La vida verdadera no se mide por lo que tenemos, sino por lo que somos delante de Dios. La codicia nos aleja del Creador, nos hace esclavos del dinero y nos priva de la verdadera libertad espiritual. Cuando el corazón está lleno de ambición, no hay espacio para la gratitud ni para el amor.

Amados hermanos, no está mal tener bienes o prosperar en la tierra, pero debemos cuidar que el afán por lo material no nos aparte de Dios. Las riquezas son un medio, no un fin. Podemos tener dinero, pero no permitir que el dinero nos tenga a nosotros. El Señor nos llama a ser buenos administradores, a compartir con el necesitado y a usar nuestros recursos para Su gloria. Recordemos que todo lo que poseemos le pertenece a Él, y un día daremos cuenta de cómo lo usamos. Jesús mismo dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hacéos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-20).

El hombre sabio es aquel que entiende que las cosas de este mundo son pasajeras. Nada de lo terrenal tiene valor eterno, pero lo que hacemos para Dios permanecerá para siempre. Así que, no pongas tu confianza en lo que se puede perder, sino en Aquel que da vida eterna. Vive agradecido, comparte con los demás, y enfoca tu corazón en servir al Señor. Busca primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura. Porque al final del camino, solo Cristo permanece, y solo en Él hay verdadera riqueza y plenitud.

Hermanos, reflexionemos hoy: ¿qué estamos acumulando, bienes terrenales o tesoros celestiales? No olvidemos que el alma vale más que todo el oro del mundo. Que el Señor nos libre del afán y la vanidad, y nos enseñe a vivir con contentamiento, con un corazón generoso y agradecido, sabiendo que un día dejaremos todo atrás, pero la comunión con Dios durará por la eternidad. Dios sea misericordioso con nosotros y nos ayude a fijar la mirada en lo eterno.

Se burlaron mucho de mí pero no me aparté de Tus caminos
Si pecas voluntariamente, ya no queda más sacrificio por los pecados
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