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Dios en su ira reparte dolores a los impíos

¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, Y viene sobre ellos su quebranto, Y Dios en su ira les reparte dolores!

El pecado de los impíos y su maldad es grande delante de los ojos de Dios, y por tanto, su castigo también será grande. El Señor, que todo lo ve, conoce los pensamientos del corazón humano, y sabe que los impíos han llenado su mente de corrupción, violencia e injusticia. Sus obras reflejan su rebelión contra el Creador, y por eso la ira de Dios se encenderá contra ellos en el día señalado. No hay maldad que quede sin respuesta divina, porque el Dios justo y santo no puede tolerar el pecado. Los impíos viven ahora en aparente tranquilidad, pero su destino será el quebranto eterno.

El libro de Job nos presenta una reflexión profunda sobre la justicia de Dios. En medio de su dolor, Job se pregunta por qué algunos malvados prosperan, pero también reconoce que su fin no será bueno. En Job 21:17 dice: “¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, y viene sobre ellos su quebranto, y Dios en su ira les reparte dolores!” Esta imagen es poderosa: la lámpara representa la vida y la prosperidad del hombre, pero cuando Dios sopla sobre ella, se apaga para siempre. La ira del Señor no es injusta ni caprichosa, sino la justa retribución por la dureza del corazón humano. Aquellos que vivieron sin piedad, oprimiendo a otros y burlándose de la verdad, recibirán el pago de sus malas obras.

El sufrimiento que vendrá sobre los impíos será terrible, porque ellos no mostraron piedad en sus acciones. Despreciaron la misericordia de Dios, se burlaron de Su Palabra y cerraron sus oídos a la corrección. Por eso vendrá sobre ellos el quebranto del Señor. Sus riquezas, poder y fama no podrán librarlos del juicio. Como dice Proverbios 11:21: “Tarde o temprano, el malo no quedará sin castigo.” La justicia divina no falla ni se olvida. Dios espera pacientemente el arrepentimiento del pecador, pero si este persiste en su maldad, enfrentará la consecuencia de sus propios actos.

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En el capítulo 21 de Job, vemos que el patriarca no niega que los impíos prosperen temporalmente. A veces tienen bienes, salud y larga vida, mientras los justos sufren injustamente. Pero Job entendió que todo eso es pasajero. El éxito de los malos es efímero, y su final está lleno de dolor. En el día del juicio, toda apariencia será quitada, y cada uno recibirá según sus obras. El impío que rechazó la gracia será condenado, mientras que el justo que perseveró en la fe será coronado con vida eterna. No nos dejemos engañar por las apariencias: los caminos del mal nunca terminan bien.

La Biblia nos enseña repetidamente que no debemos envidiar la aparente prosperidad de los malvados. El salmista Asaf confesó que casi resbaló al ver la abundancia de los impíos, hasta que comprendió el fin de ellos: “Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer” (Salmo 73:18). Esa es la realidad que muchos olvidan. Lo que parece éxito en esta vida puede ser el preludio de una eternidad sin Dios. Por eso, la sabiduría consiste en temer al Señor, apartarse del mal y caminar en obediencia a Su Palabra.

Amado hermano y amigo, no mires con envidia la vida de los que prosperan haciendo lo malo. Esa prosperidad es como hierba que pronto se seca. Busca la justicia, vive en santidad y confía en que el Señor recompensará a los fieles. Aunque el mundo parezca injusto, Dios sigue en control. Él no se olvida de los justos ni deja impunes a los impíos. El día del juicio vendrá, y todo mal será castigado. Persevera en la fe, sigue caminando por los caminos rectos del Señor y guarda tu corazón en Su presencia, para que un día puedas morar con Él por toda la eternidad. Amén.

Gracias Dios por escuchar la voz de mis ruegos
No hay paz para los malos
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