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Advertencia contra la glotonería

Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.

Esta es una advertencia clara y firme sobre aquellas personas glotonas que viven dominadas por sus deseos y apetitos, olvidando que el cuerpo debe ser instrumento de honra para Dios y no esclavo de los placeres. La glotonería no es simplemente comer mucho; es un desorden del corazón que busca satisfacción en lo terrenal en lugar de buscarla en Dios. Quien se deja llevar por este pecado termina perdiendo el dominio propio y el equilibrio espiritual que el Señor desea para sus hijos. La Palabra nos enseña que todo exceso conduce al pecado, y la glotonería es uno de ellos, pues coloca el deseo de la carne por encima de la voluntad divina.

Así que, hermanos, no dejemos que la glotonería alcance nuestra vida. Este hábito, aunque parezca inofensivo, puede arrastrarnos a una vida centrada en los placeres y no en el propósito. El apóstol Pablo enseña que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y debe ser cuidado con disciplina. Comer sin control, vivir para el gusto o la abundancia de la mesa es olvidar que el verdadero alimento del creyente es la Palabra de Dios. Jesús mismo dijo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Por eso, debemos mantenernos vigilantes, moderados y agradecidos, sin permitir que el deseo de la carne gobierne nuestras decisiones.

En Lucas 21:34, el Señor Jesús nos da una advertencia poderosa: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” Jesús no se refería solo al exceso de comida o bebida, sino al estilo de vida descontrolado que adormece el alma. Cuando el corazón está cargado de excesos, pierde sensibilidad espiritual y deja de discernir los tiempos. En lugar de velar y orar, el glotón vive ocupado en satisfacer deseos pasajeros. Cristo, en Su sabiduría, nos llama a mantenernos alertas, porque aquel día —el día del juicio o de Su venida— llegará cuando menos lo esperemos.

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La glotonería y la embriaguez tienen algo en común: ambas anestesian la conciencia. Hacen que el creyente se enfoque en el placer inmediato y olvide lo eterno. En una sociedad donde la abundancia y el consumo son vistos como sinónimo de éxito, los hijos de Dios deben vivir con prudencia. Comer con gratitud y moderación honra al Señor; comer sin medida revela un corazón desordenado. El dominio propio, que es fruto del Espíritu, debe regir nuestra vida en cada área, incluso en la mesa. No se trata de legalismo, sino de equilibrio. El creyente sabio entiende que todo lo que hace, incluso comer o beber, debe hacerlo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).

Jesús advirtió que en los días finales muchos estarían ocupados comiendo, bebiendo y casándose, ajenos a los propósitos divinos, tal como ocurrió en los días de Noé. Esa distracción espiritual puede costar la eternidad. Por eso, si hoy reconoces que has sido esclavo del exceso, pídele al Señor que te ayude a vencer ese deseo. No es la voluntad de Dios vernos dominados por el apetito o la falta de control. Él nos llama a vivir con templanza, a cuidar nuestro cuerpo y a mantener el corazón enfocado en Su venida. Si Cristo viniera hoy, ¿te encontraría velando o sumido en los afanes y placeres? Seamos sabios y vivamos en sobriedad, esperando al Señor con corazones limpios y disciplinados. Así honraremos a Dios en todo, incluso en lo que comemos y hacemos.

Quita la ira de tu vida
Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza
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