Destrucción para todos aquellos que perturben la tranquilidad de los justos del Señor: esta no es una amenaza vacía, sino una declaración firme que se repite en toda la Escritura. Dios ha prometido defender a Su pueblo, a los que viven conforme a Su Palabra y confían en Él con todo su corazón. Desde el Antiguo Testamento, el Señor ha mostrado que Su justicia no pasa por alto la maldad, ni olvida el clamor de los justos. En cambio, a los que aman la justicia, Él les da fortaleza, esperanza y protección, mientras que los que practican el mal, tarde o temprano, cosechan las consecuencias de sus propias acciones.
La Biblia enseña que el Señor es lento para la ira, pero grande en poder, y que no tendrá por inocente al malvado (Nahúm 1:3). Aunque la justicia divina parezca tardar, llega en el momento exacto. Muchos hombres poderosos creen que pueden oprimir, engañar o dañar a los justos sin recibir castigo. Sin embargo, el Señor observa desde los cielos y todo lo ve. A su debido tiempo, Él vindicará a los suyos y humillará a los que actúan con soberbia. Por eso, el creyente no debe desesperar cuando ve la prosperidad de los impíos, sino mantenerse firme, porque la justicia del Señor nunca falla.
Proverbios 10:29 declara con claridad: “El camino de Jehová es fortaleza al perfecto; pero es destrucción a los que hacen maldad.” Este versículo resume el destino de dos caminos opuestos: el de los que siguen al Señor y el de los que se rebelan contra Él. Para los fieles, Su camino es fuente de vida, consuelo y dirección; pero para los perversos, el mismo camino que podría haberles salvado se convierte en causa de ruina, porque rechazaron Su consejo. Así, el mismo sol que derrite la cera endurece el barro: el efecto depende de la disposición del corazón.
Los que temen al Señor poseen una fortaleza interior que el mundo no entiende. Su confianza no está en sus fuerzas, ni en su poder, sino en el Dios eterno que libra de toda angustia. El justo puede ser probado, pero no destruido; puede ser perseguido, pero jamás abandonado. En cambio, aquellos que hacen maldad, que oprimen al inocente y se burlan de los mandamientos divinos, viven bajo una sentencia que, aunque invisible, es segura. Su aparente éxito es temporal, pues el juicio de Dios no se retrasa, solo espera el momento exacto para manifestarse.
El Señor Jesús también habló de este principio en el evangelio. En Mateo 13:41-42 dijo que el Hijo del Hombre enviará a Sus ángeles, y recogerán de Su reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego. Esto demuestra que el mal no quedará impune. La justicia divina es perfecta y eterna, y aunque el hombre intente evadirla, nadie podrá escapar del juicio final. Por eso, el llamado del evangelio es al arrepentimiento, a volverse de los caminos de la maldad antes que sea demasiado tarde.
Si estás pensando en hacer maldad sin temor ni piedad, detente. Dios no se complace en la muerte del impío, sino en que se vuelva de su camino y viva (Ezequiel 18:23). La misericordia del Señor aún está disponible para todo aquel que se humilla y busca Su perdón. No importa cuán lejos hayas ido, Su gracia puede alcanzarte. Pero quien persiste en la impiedad, despreciando la voz del Espíritu, hallará destrucción, porque el Señor no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Es tiempo de apartarse del mal y buscar al Señor mientras puede ser hallado, porque sólo en Él hay salvación, paz y verdadera justicia.

