Icono del sitio Restablecidos

Recibirás prosperidad si haces esto

El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.

Debemos tener siempre en nuestros corazones el deseo de ser bondadosos con los demás, ya que el mismo Señor se agrada de esto, no olvidemos que todo lo que tenemos ha sido por Él y por Su misericordia.

Es importante que en nuestras vidas podamos cumplir con lo que la misma Biblia nos manda, de dar abrigo a aquellos que no tienen, que demos de comer al hambriento, que demos de beber al que tiene sed. Si hacemos esto, pues podremos recibir de nuestro Señor bendiciones en abundancias, ya que todo aquel que le da al pobre, a Dios le presta (Proverbios 19:17).

El proverbista habla de esto porque él tenía pleno conocimiento de lo importante y bueno que es dar y saciar a los necesitados:

-->

El alma generosa será prosperada;
Y el que saciare, él también será saciado.

Proverbios 11:25

Es claro que aquellos que se desprenden en el nombre de Jesús, que actúan con amor a la hora de dar al necesitado, sean prosperados en su momento.

No mires a quién haces el bien, sé generoso con tu prójimo, porque Dios es misericordioso y bendecirá en gran manera al alma generosa, y al que saciare, también será saciado. Dios es quien te bendice por tus buenas obras.

Cuando una persona actúa con bondad, está reflejando el mismo carácter de Dios. La bondad no es simplemente un acto de compasión momentánea, sino una actitud continua del corazón que brota del amor hacia el prójimo. Ser bondadoso es tener la disposición de ayudar incluso cuando no se espera nada a cambio, es tender la mano al caído, consolar al triste y compartir con alegría lo que el Señor nos ha permitido tener.

Jesús mismo enseñó sobre la importancia de dar sin esperar recompensa, recordándonos que cuando hacemos el bien a otros, realmente lo hacemos para Dios. En Mateo 25:40 dice: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Esta enseñanza nos invita a mirar más allá de las apariencias y a entender que cada acción bondadosa es vista y recompensada por el Señor.

La bondad no solo transforma la vida del que recibe, sino también la del que da. Cuando ayudamos con sinceridad, nuestro corazón se llena de gozo, y esa paz interior que solo Dios puede dar se hace presente. Además, la generosidad rompe el egoísmo y nos enseña a confiar en que Dios proveerá todo lo que necesitamos. La persona que comparte lo poco que tiene demuestra que su confianza está puesta en el Creador y no en las riquezas terrenales.

Muchos hombres y mujeres de la Biblia fueron ejemplo de generosidad. Abraham, por ejemplo, no dudó en ofrecer hospitalidad a los desconocidos; la viuda de Sarepta dio lo último que tenía al profeta Elías; y el buen samaritano mostró compasión al ayudar a un hombre herido cuando otros lo habían ignorado. Todos ellos fueron bendecidos porque actuaron con un corazón dispuesto.

Hoy en día, la sociedad necesita más personas que vivan con ese mismo espíritu de bondad. No se trata solo de dar dinero, sino de ofrecer tiempo, palabras de aliento, ayuda a quien lo necesita, o simplemente una sonrisa. Cada acto de amor cuenta y puede cambiar el rumbo de la vida de alguien.

Por eso, querido lector, si en algún momento tienes la oportunidad de hacer el bien, no dudes en hacerlo. La bondad no pasa desapercibida ante los ojos de Dios. Él recompensa a quienes siembran con amor, y tarde o temprano esa semilla produce abundante fruto. Que podamos vivir cada día con un corazón generoso, recordando que “el alma generosa será prosperada”, y que el Señor nunca olvida las obras hechas en Su nombre.

Así es el amor
Todo lo que pidas orando, lo recibirás
Salir de la versión móvil