Es necesario que permanezcamos firmes en el Señor ante toda tribulación. El mundo en el que vivimos se llena cada vez más de pruebas, incertidumbres y engaños, pero el creyente debe mantener su mirada puesta en Cristo, confiando plenamente en Su promesa. Él vendrá por todos aquellos que le han esperado fieles, sin dejarse contaminar por el pecado ni distraerse con los placeres de este mundo pasajero. Permanecer firmes no significa no caer, sino levantarse cada vez que tropezamos, confiando en la gracia redentora de Dios que nos sostiene hasta el final.
Debemos valorar profundamente el sacrificio incomparable que nuestro Señor Jesús hizo en la cruz. Él se entregó a sí mismo por amor a nosotros, para librarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna. Ese acto de amor no solo nos dio salvación, sino también esperanza: la promesa de que volverá por Su iglesia. Cristo no nos dejó sin consuelo, sino que nos aseguró que un día regresará para reunir a los suyos. Por eso, mientras aguardamos Su segunda venida, debemos mantenernos fieles, vigilantes y preparados, viviendo en santidad y obediencia a Su Palabra.
La esperanza del cristiano no se fundamenta en las cosas terrenales, sino en la promesa gloriosa de Cristo. Así lo declara la Escritura:
Cristo salvará a aquellos que le esperan con un corazón sincero. No se trata solo de decir “yo creo”, sino de vivir conforme a esa fe. Esperar en el Señor significa prepararse, mantener el aceite encendido como las vírgenes prudentes de la parábola, perseverar en la oración y en la santidad. El verdadero creyente no se acomoda al mundo, sino que cada día busca parecerse más a Cristo. Y cuando Él aparezca por segunda vez, los que le amaron serán transformados y llevados a la gloria eterna.
Hermanos, levantemos nuestra mirada y alabemos al Señor por este acontecimiento tan maravilloso que está por manifestarse. El regreso de Cristo no es un mito, sino una certeza divina. Cada promesa en la Escritura se ha cumplido, y esta también se cumplirá. Por eso, aprovechemos bien el tiempo que nos ha sido dado, viviendo con integridad, compartiendo el Evangelio y sirviendo con amor a los demás. El mundo puede burlarse o dudar, pero los hijos de Dios sabemos que “el que ha de venir vendrá, y no tardará” (Hebreos 10:37).
Si hoy estás caminando por un camino equivocado, si te has alejado del Señor o has perdido el entusiasmo por Su venida, este es el momento de volver. Cristo extiende Su mano de misericordia, llamándote a arrepentirte y a reconciliarte con Él. Todavía hay tiempo para prepararte, para ser contado entre aquellos que Él vendrá a buscar muy pronto. No dejes pasar la oportunidad; vuelve a Cristo, fortalece tu fe y mantente firme. El día se acerca, y los que estén listos verán Su gloria resplandecer. ¡Permanezcamos fieles, porque nuestro Redentor viene!