El capítulo siete del libro de Jeremías lleva por título El sermón a la puerta del templo y trata de unas palabras que Dios le dio a su siervo para que las comunique a su pueblo. No se trataba de un mensaje de bellas palabras al oido humano, sino unas duras palabras que el pueblo de Israel tenía comezón de escuchar, enderezar sus caminos.
Este capítulo comienza prontamente con dureza a partir del verso 3:
3 Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar. 4 No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este.
Jeremías 7:3-4
¿Crees que el pueblo de Israel estaba dispuesto a escuchar un mensaje como este? Pensemos por un momento lo difícil y arriesgado que debió ser para el profeta ponerse de pie en el templo y dar estas palabras, decirles que debían mejorar sus obras, donde habían tantos religiosos y ciegos que no querían reconocer la Palabra del Señor.
Existe la suposición de que este mensaje fue dado a una gran multitud, por ejemplo, pudo ser en una de las fiestas judías, tales como la fiesta de los Tabernáculos o la Pascua.
La misericordia de Dios es para siempre y la vemos expresada en esta frase: «Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar». Dios estaba dispuesto a perdonar sus pecados y malas decisiones si ellos cambiaban su actuar, si se humillaban delante de Dios. Oh querido lector, Dios siempre está dispuesto a perdonarnos.
Dios también demandaba del pueblo dejar de pensar que los sacrificios religiosos que estaban ofreciendo eran gratos a Él, que dejen de creer en las mentiras de aquellos que se hacían pasar por profetas contradiciendo la misma Palabra de Dios dada a través de su profeta Jeremías. Dios demandaba del pueblo un cambio.
Querido lector, confía en Dios con todo tu corazón y santifiquémonos más y creamos con firmeza en la única Palabra que es digna de confianza la cual es la Palabra de Dios.