Todos los hijos de Dios estamos llamados a ser instrumentos útiles en Sus manos, pues el Señor no nos creó sin propósito, sino para que nuestras vidas fueran canales de bendición para otros. Cada día debemos reflexionar sobre cuál es nuestra misión en esta tierra, y cómo podemos agradar al Padre celestial con nuestras acciones, pensamientos y palabras. Ser un instrumento de honra significa estar disponibles para que Dios nos use en cualquier circunstancia y en cualquier lugar, siempre dando frutos dignos de arrepentimiento.
Estemos dispuestos siempre a hacer una buena obra en el Señor, siendo instrumentos Suyo. Un instrumento de honra es todo aquel que anda bajo la voluntad divina del Señor, llevando toda buena obra delante del Padre.
Debemos tratar de mantener nuestros corazones limpios y humildes, hacer buenas acciones, dejar todas las cosas que nos quieren impedir que seamos un instrumento de honra en el camino del Señor, estar dispuestos a pagar el precio para poder llegar a ser un instrumento de honra.
No todos nos dedicamos a ser un instrumento de honra en el camino del Señor, ya que muchos cometen infracciones, sus actos son de pensamientos malos, sucios y de mala conducta. Pero todo aquel que se considera hijo de Dios y anda bajo Su voluntad, es un verdadero instrumento del cual el Señor se agrada.
Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
2 Timoteo 2:21
En esta carta a Timoteo podemos notar lo que Pablo le dice sobre ser un buen instrumento de honra, hablando de que hay que apartarse de la iniquidad (versículo 19) para entonces poder ser instrumento de honra en la obra de Dios.
Así que, hermanos, apartémonos de todo lo que no agrada a Dios para que podamos seguir siendo instrumentos de honra para la gloria de Dios.
Convertirse en un instrumento de honra no es algo automático, requiere disciplina espiritual, oración constante y una vida de obediencia. Cuando limpiamos nuestro corazón de la envidia, el egoísmo y la mentira, entonces el Espíritu Santo nos capacita para servir mejor. Esto implica dejar de lado todo aquello que nos aparta de la presencia divina, ya que un vaso sucio no puede usarse para un propósito noble.
Un instrumento de honra puede manifestarse en lo cotidiano: ayudar a un necesitado, levantar a un hermano caído en la fe, dar palabras de aliento, interceder en oración por quienes sufren, y ser ejemplo de fidelidad en medio de un mundo que ha perdido el rumbo. No se trata de grandes obras visibles, sino de una vida consagrada que glorifica a Dios en lo pequeño y en lo grande.
También debemos recordar que ser instrumento de honra implica renunciar a los deseos carnales. El apóstol Pablo nos exhorta a huir de las pasiones juveniles y seguir la justicia, la fe, el amor y la paz (2 Timoteo 2:22). Esto nos enseña que no basta con apartarse del mal, sino también llenar nuestra vida con lo que es bueno y edificante.
Cada creyente tiene un llamado único. Algunos serán instrumentos para predicar, otros para enseñar, algunos para servir de manera silenciosa pero poderosa. Lo importante es estar disponible y decir como Isaías: “Heme aquí, envíame a mí”. De esa manera, Dios puede usarnos en Su obra redentora, mostrando Su poder a través de vasos frágiles como nosotros.
En conclusión, ser un instrumento de honra no es un título, sino un estilo de vida que se refleja en obediencia, santidad y servicio. Si queremos que Dios nos use, debemos mantenernos limpios, apartados del mal y llenos de fe. Así, nuestras vidas serán útiles para toda buena obra, y podremos escuchar de nuestro Señor en el día final: “Bien, buen siervo y fiel”.