Al Señor debemos amar con todo nuestro corazón, ante todo dar gracias a Él por Su maravilloso amor hacia nosotros, agradecerle de una manera inmensa, pues como dice su palabra, que Él nos amó desde antes de la fundación del mundo.
Este es un amor infinito, un amor totalmente grande, tanto que se entregó por nosotros, por eso debemos dar gracias y reconocer Su gloria y Su poder para siempre.
El la primera epístola de Juan se nos habla de este amor tan grande que Dios tiene por cada uno de nosotros:
19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
1 Juan 4:19-21
Esta es una maravilla de Dios para cada uno de nosotros, al leer estas palabras notamos lo importante de amar, pues, si no amamos a nuestro hermanos, no estamos demostrando que amamos a Dios.
Y Dios nos amó a nosotros primero, ¿no es esa una buena razón para amarle? Y como dijimos anteriormente, debemos demostrar este amor amando a nuestros hermanos, porque si aborrecemos a nuestros hermanos, entonces el amor del Padre no está en nosotros.
Así que, amemos a nuestros hermanos, así como el Padre nos muestra ese amor tan grande y de esta forma podremos decir que el amor del Padre está en nosotros.