No temáis a los que matan el cuerpo

La iglesia ha pasado por múltiples escenarios de persecución en los que a muchos les ha costado la vida por no negar su fe, y la Biblia nos alienta sobre este tema, de que no debemos temer a los hombres que nos persigan por causa del evangelio, pues, si Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros? Y esto es un hecho, Cristo nos dijo que pasaríamos persecuciones y debemos estar preparados para ello y nunca retroceder.

Antes de Cristo ser crucificado y de partir al reino de los cielos, dejó una serie de recomendaciones para sus discípulos, y específicamente en el libro de Mateo capítulo diez. Él dio recomendaciones a sus discípulos y a la vez les predijo lo que les pasaría por cuestiones de su fe en Él. Jesús les dijo que pasarían diversas pruebas, que serían perseguidos y aborrecidos por todos, que serían llevados ante gobernadores por causa de Cristo, en fin, llevar el nombre de Cristo tendría un alto costo.

Pero en medio de tales tribulaciones tenemos una esperanza viva, y es que servimos al Dios vivo. Cristo dijo a sus discípulos:

27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.

28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Mateo 10:26-28

Hemos sido llamados  a proclamar un mensaje, y ese mensaje que se nos ha sido encomendado es el mensaje del Evangelio, que Cristo vivió entre nosotros como hombre, sufrió muerte de cruz, resucitó al tercer día y viene por su iglesia. Y esto debemos predicarlo ahí afuera, donde no conocen a Cristo, sin importar los peligros que podríamos correr, este es el precio del evangelio, sufrir por Él así como Él sufrió por nosotros.

El versículo 28 es un verso que debe causarnos gran aliento el día de hoy, puesto que Cristo nos dice que aquellos que nos persiguen solo pueden matar el cuerpo, pero no pueden tocar nuestra alma, que es lo que más valor tiene en realidad, y más adelante nos manda a temer al único que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Nuestro temor a Dios no es negociable, siempre debemos mantenernos con esa lealtad y por ese temor hacia nuestro gran Creador.

Sigamos corriendo esta carrera y tengamos fe porque nuestro galardón es grande en el reino de los cielos, y nadie puede nos lo puede arrebatar.

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El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos
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