Icono del sitio Restablecidos

Un nuevo nacimiento en Cristo

La gran característica de un cristiano es «nacer de nuevo«, lo cual quiere decir ser una nueva persona en Cristo, dejando atrás todo lo que no agrada a Dios. El apóstol Pablo lo expresó con claridad al decir: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). El nuevo nacimiento no es un simple cambio externo ni un ajuste de conducta, sino una transformación total que ocurre en lo profundo del corazón por obra del Espíritu Santo.

La Biblia nos narra una conversación muy interesante entre Jesús y Nicodemo, un fariseo que ocupaba un lugar de importancia entre los judíos. Los fariseos, como grupo, no reconocían a Jesús como el Hijo de Dios, y en su mayoría lo rechazaban. Sin embargo, Nicodemo, intrigado por los milagros y las señales que Jesús realizaba, decidió acercarse a Él, aunque lo hizo de noche, probablemente por miedo al qué dirían sus colegas. Sus primeras palabras fueron:

Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. (Juan 3:2)

A simple vista, parece que Nicodemo reconoce en Jesús a un enviado de Dios. No obstante, Jesús no se queda en cumplidos superficiales y va directo al punto esencial: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Aquí Cristo establece que el nuevo nacimiento no es una opción, sino una necesidad vital. Sin él, nadie puede entrar al reino de los cielos. En otras palabras, no basta con el conocimiento religioso ni con una vida aparentemente recta; lo indispensable es nacer de nuevo.

Nicodemo, al escuchar esto, se muestra sorprendido. Su reacción deja ver que, a pesar de ser maestro en Israel, no entendía lo que significaba el nuevo nacimiento. Pregunta incrédulo:

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? (Juan 3:4)

Esta respuesta refleja que Nicodemo pensaba en términos físicos y naturales, mientras que Jesús estaba hablando de una realidad espiritual. A continuación, Jesús le explica con mayor detalle:

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 3:5-8)

Jesús deja claro que el nuevo nacimiento no es producto de la carne, de los esfuerzos humanos ni de la tradición religiosa, sino de la obra del Espíritu Santo. Así como el viento no se ve pero se siente, así también es la obra del Espíritu: invisible a los ojos humanos, pero real y transformadora en la vida del creyente.

Nicodemo seguía sin comprender, y pregunta nuevamente: «¿Cómo puede hacerse esto?». Jesús le responde con cierta tristeza, pues Nicodemo, siendo maestro de la ley, debería haber entendido las promesas del Antiguo Testamento sobre el cambio de corazón y la obra del Espíritu. Aquí queda evidenciado que el conocimiento intelectual no es suficiente; se requiere una experiencia personal con Dios.

El nuevo nacimiento implica una transformación radical. Colosenses 2:11 lo expresa así:

En Él también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo.

Esto significa que Dios corta de raíz nuestra vieja naturaleza pecaminosa y nos da una nueva identidad en Cristo. El nuevo nacimiento es el milagro más grande que un ser humano puede experimentar. No se trata de mejorar lo viejo, sino de ser hechos completamente nuevos en Jesús.

El apóstol Pablo también describe este cambio en Efesios 4:22-24, cuando exhorta a despojarse del viejo hombre, corrompido por los deseos engañosos, y a vestirse del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Ser nacido de nuevo es más que un evento emocional, es un cambio de vida que produce frutos visibles: un corazón que ama a Dios, que odia el pecado y que busca vivir en obediencia.

Hoy en día, muchas personas confunden el cristianismo con una religión cultural o con asistir a una iglesia de vez en cuando. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero cristianismo comienza con el nuevo nacimiento. Sin él, no hay vida eterna. Nacer de nuevo significa reconocer que somos pecadores, creer que Jesús es el Hijo de Dios que murió y resucitó por nosotros, y entregar nuestra vida a Él para ser transformados por el Espíritu Santo.

Querido lector, quizá como Nicodemo tengas conocimiento religioso, pero aún no has experimentado este nuevo nacimiento. Hoy es el día para abrir tu corazón a Cristo. Él sigue diciendo: «Os es necesario nacer de nuevo». Y cuando esta obra sucede en ti, podrás decir con gozo: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2:20). Ese es el verdadero sello de un cristiano: una vida transformada por el poder de Dios.

Porque no hay nada oculto, que no haya de ser revelado
El gran amor de Dios por el mundo
Salir de la versión móvil