En estos últimos tiempos estamos viendo cómo los adolescentes están actuando con rebeldía y desobedeciendo a sus padres, sin importar el sufrimiento que causan a quienes les dieron la vida. Esta triste realidad no solo afecta a los jóvenes, sino también a muchas personas adultas que, cegados por el orgullo o la indiferencia, llegan incluso a despreciar o maltratar a sus padres. La desobediencia y la falta de respeto traen como consecuencia dolor, rupturas familiares y hasta enfermedades emocionales y físicas que pueden llevar a la destrucción y a la muerte.
Por eso es necesario recordar que la Palabra de Dios establece claramente el único mandamiento con promesa, que encontramos en Éxodo 20:12:
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
Éxodo 20:12
Este mandamiento no es una simple sugerencia, sino una instrucción directa del Señor. El término “honrar” significa poner en alto, valorar y respetar a alguien como corresponde. Honrar a los padres no se trata únicamente de obedecer mientras se es niño, sino de mantener una actitud de respeto y gratitud durante toda la vida. Implica cuidarlos en su vejez, ser pacientes con ellos, proveer lo necesario cuando lo requieran, tratarlos con amor, escucharlos y reconocer la autoridad y el sacrificio que han hecho por nosotros.
Lamentablemente, la sociedad actual ha perdido muchos de estos valores. Se promueve la independencia extrema y el individualismo, olvidando que nuestros padres son parte fundamental de nuestra historia y merecen honra. La Biblia es clara al advertirnos lo que ocurre cuando alguien maldice o desprecia a sus padres. En Proverbios 20:20 leemos:
Al que maldice a su padre o a su madre,
Se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa.Proverbios 20:20
Estas palabras muestran una consecuencia directa: la vida de quien desprecia a sus padres se llena de tinieblas. No puede esperar bendición, pues está desobedeciendo un mandamiento clave del Señor. La “lámpara apagada” es símbolo de desgracia, falta de dirección y ruina. Quien no respeta a sus padres se expone a una vida sin propósito, llena de tropiezos y con un futuro incierto.
El apóstol Pablo también refuerza este mandato en Efesios 6:1, diciendo:
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
Efesios 6:1
La obediencia a los padres no solo es un acto de amor, sino un acto de justicia. Es justo reconocer a quienes nos criaron, nos cuidaron y nos guiaron en la vida. Y cuando los hijos obedecen, abren la puerta a la bendición y al bienestar. Sin embargo, este pasaje también nos recuerda que los padres tienen una gran responsabilidad. No se trata únicamente de exigir obediencia, sino de criar a los hijos en el temor del Señor.
El mismo capítulo de Efesios lo deja en claro con el versículo 4:
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
Efesios 6:4
Esto significa que la relación entre padres e hijos debe estar marcada por el amor y la instrucción piadosa. Los padres no deben criar con dureza excesiva, críticas constantes o injusticias que provoquen resentimiento. Más bien, deben enseñar con el ejemplo, disciplinar con sabiduría y guiar a sus hijos en los caminos del Señor. Cuando un hijo es formado en la Palabra desde su niñez, es más probable que obedezca y respete a sus padres aún en la adultez.
Querido lector, la desobediencia y la falta de honra hacia los padres es un reflejo de la rebeldía que hay en el corazón del ser humano contra Dios. Pero cuando aprendemos a honrar a nuestros padres, también estamos honrando al Señor. El mandamiento con promesa asegura que nuestra vida será prolongada y bendecida si obedecemos. Reflexionemos hoy: ¿Estamos honrando a nuestros padres con nuestras palabras, actitudes y acciones? Si no lo estamos haciendo, es tiempo de arrepentirnos y comenzar a mostrar amor y respeto genuino. De esa manera no solo agradaremos a nuestros padres, sino también al Padre celestial.