John MacArthur ha escrito más de 200 libros y ha ejercido una notable influencia en el mundo cristiano. Sus predicaciones, centradas en la fidelidad a la Escritura, han sido de mucha bendición para miles de creyentes. A continuación, compartimos algunas de sus frases más representativas, con reflexiones para profundizar en su mensaje.
1 – Nunca pensé que pasaría gran parte de mi vida tratando de rescatar el evangelio de los evangélicos.
Esta declaración revela la preocupación de MacArthur por la pureza del mensaje de salvación. El evangelio no necesita ser mejorado ni adaptado a modas, pero a menudo ha sido distorsionado incluso dentro del ámbito evangélico.
Rescatarlo significa volver a su núcleo: la obra perfecta de Cristo, la gracia inmerecida y la verdad de la Palabra. Cuando se diluye, la iglesia pierde su poder transformador.
Es un llamado a líderes y miembros a examinar si el evangelio que predican y creen es el mismo que Cristo y los apóstoles proclamaron.
2 – La única aprobación que necesito es la de Dios… para Él predico.
MacArthur recuerda que el ministerio debe buscar la sonrisa de Dios, no el aplauso humano. Predicar con esta motivación protege de compromisos peligrosos. Cuando el predicador teme al hombre, suaviza o acomoda el mensaje. Cuando teme a Dios, proclama su verdad con fidelidad. Este principio aplica a toda vida cristiana: vivimos para agradar a Aquel que nos compró con su sangre.
Esta mentalidad nos libera de la esclavitud de la opinión pública y nos enfoca en la audiencia más importante: nuestro Señor. Recordar que su aprobación es eterna nos da fuerza para perseverar, incluso cuando el mensaje bíblico resulta impopular.
3 – La razón por la que estás aquí en la tierra, es que no puedes evangelizar a nadie en el cielo.
En el cielo todos conocerán a Cristo. La oportunidad de anunciar el evangelio es exclusiva de la vida presente. MacArthur nos insta a ver la urgencia de la misión. Cada día sin compartir la fe es una oportunidad perdida. La gran comisión no es opcional; es la razón por la que el creyente sigue aquí después de ser salvo.
Esta verdad nos impulsa a vivir con propósito y a no postergar el testimonio. Las almas sin Cristo enfrentan una eternidad sin esperanza, y Dios nos ha puesto como portadores de la única noticia que puede salvarlas.
4 – La predicación dura hace a los corazones suaves. La predicación suave hace a los corazones duros.
Un mensaje claro y confrontativo, aunque incómodo, es lo que Dios usa para quebrantar y salvar. La predicación complaciente adormece y endurece, porque no confronta el pecado ni llama al arrepentimiento. El amor verdadero habla la verdad, incluso cuando duele, para producir vida eterna.
Por eso, los ministros fieles no deben temer al rechazo cuando predican la verdad completa. La suavidad sin verdad no es amor; es negligencia espiritual que expone a las personas al peligro eterno.
5 – Arrojar dudas sobre la confiabilidad de la Biblia es uno de los pasatiempos favoritos de Satanás.
Desde el Edén, el enemigo ha cuestionado “¿Conque Dios ha dicho?”. Su meta es minar la confianza en la Palabra. Si el creyente duda de la Escritura, pierde su fundamento para la fe y la vida. La defensa de la autoridad bíblica es esencial para preservar la verdad en cada generación.
Cuando la Biblia es cuestionada, el terreno queda listo para el engaño. Por eso, debemos arraigar nuestra fe en sus promesas, estudiarla a fondo y aplicarla sin reservas.
6 – Si los predicadores solo tuvieran la confianza en el poder de Dios y la Palabra de Dios, no considerarían necesario maquillar, ajustar, ni bajar de tono el mensaje.
El mensaje del evangelio tiene su propio poder; no necesita adornos humanos para ser efectivo. Bajar el tono para no ofender debilita su filo y su capacidad de salvar y transformar. Confiar en Dios significa proclamar toda su verdad con valentía y sin manipulación.
La seguridad en el poder divino nos permite hablar con claridad, incluso en contextos hostiles. Un mensajero fiel no altera el mensaje para adaptarlo al oyente, sino que confía en que el Espíritu Santo obrará a través de la verdad pura.
7 – Hay todo un mundo que necesita a Jesucristo. Dios quiere que sean salvos y usted y yo somos los vehículos para el transporte del evangelio.
MacArthur nos recuerda que el plan de Dios incluye usar a su iglesia como mensajera del evangelio. La salvación es obra de Dios, pero Él nos concede el privilegio de ser sus embajadores. Cada creyente tiene un papel activo en llevar el mensaje a los que aún no han escuchado.
Ser vehículo del evangelio implica disposición, obediencia y amor por las almas. No es una tarea exclusiva de misioneros o pastores, sino un mandato para todo creyente que ha sido alcanzado por la gracia.
8 – El evangelio de la prosperidad en la salud y las riquezas puede ser popular, pero no es el verdadero evangelio.
Prometer bienestar material como evidencia de fe distorsiona la enseñanza bíblica. Este falso evangelio desvía el corazón de Cristo hacia los beneficios temporales. El verdadero evangelio llama a negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús.
Aunque suene atractivo, este mensaje vacía de poder la cruz y conduce a una fe superficial. La verdadera riqueza está en conocer a Cristo y vivir para su gloria, incluso en medio de pruebas.
9 – Sin duda, el de la prosperidad es un «evangelio diferente», lo que en realidad no es ningún evangelio (Gálatas 1.6–8).
MacArthur cita la advertencia bíblica: cambiar el evangelio es condenable. El mensaje de prosperidad reemplaza la gracia con codicia y la cruz con comodidad. Solo el evangelio apostólico salva; todo otro mensaje es espiritualmente mortal.
Por eso, el creyente debe discernir y rechazar cualquier enseñanza que ponga el énfasis en lo material sobre lo eterno. La fidelidad a la verdad bíblica es la única garantía de vida eterna.
10 – Torcer las Escrituras que el Espíritu Santo inspiró o ignorarlas por completo significa tratarlo con desprecio y falta de respeto.
La Biblia es obra del Espíritu Santo; manipularla o despreciarla es ofender al Autor. El creyente debe manejarla con reverencia, estudiarla con diligencia y aplicarla con fidelidad. Un ministerio fiel honra al Espíritu al exponer y obedecer la Palabra tal como fue dada.
El trato que damos a la Escritura refleja nuestro respeto por Dios mismo. Desviarla para apoyar agendas humanas es un acto de arrogancia espiritual que tendrá consecuencias eternas.
11 – Cualquier ministerio o mensaje que no presenta a Jesucristo de una manera bíblica precisa no es una verdadera obra del Espíritu.
El Espíritu Santo glorifica a Cristo, no a los hombres, causas o modas. Si Cristo no es el centro del mensaje, el Espíritu no está obrando allí. Predicar bíblicamente a Cristo es la evidencia clave de un ministerio auténtico.
Esto nos recuerda que el éxito ministerial no se mide por números o popularidad, sino por la fidelidad a exaltar al Hijo de Dios tal como la Escritura lo presenta.
12 – LA BIBLIA NO ES SIMPLEMENTE UN LIBRO que se lee para informarse. Se lee para transformarse…
La Biblia es viva y eficaz, capaz de cambiar corazones y mentes. No es un manual de datos, sino el instrumento de Dios para moldear su pueblo. Su contenido ilumina, corrige, guía y fortalece a quienes la reciben con fe. Leerla con humildad y meditarla con obediencia produce el fruto que Dios desea en sus hijos.
Por eso, el estudio bíblico debe ir acompañado de oración y disposición para obedecer. La información sin transformación es solo conocimiento estéril.
Conclusión:
Las frases de John MacArthur son un llamado claro a la fidelidad bíblica, a la centralidad de Cristo y a la valentía en la proclamación del evangelio. En tiempos de confusión doctrinal, estas reflexiones nos invitan a aferrarnos a la Palabra, rechazar falsos mensajes y vivir para agradar solo a Dios.