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No perdáis, pues, vuestra confianza

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón

Confiar en alguien no es algo sencillo, pues en este mundo muchas veces hemos visto cómo las personas fallan, cómo las promesas se rompen y cómo la confianza depositada en lo humano puede terminar en decepción. Sin embargo, existe una confianza segura, una confianza que nunca se rompe, y esa es la que depositamos en nuestro Dios. Él nunca falla, siempre cumple lo que promete, y quienes descansan en Su palabra encuentran paz y seguridad en medio de la incertidumbre de la vida.

¿En quién más debemos depositar nuestra confianza sino es en nuestro Dios? No perdamos la confianza hacia nuestro Dios, nuestra seguridad y cuidado vienen de Él. Sin Dios, no estaríamos nada seguros.

Tener plena confianza en el Señor es lo que nos mantiene de pie, de esta forma podremos seguir el camino, esto sucede debido a la confianza, Su misericordia reposa sobre cada uno de los que creen en Él, Sus fieles y santos hijos.

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No nos apartemos de este inmenso amor, este amor que nos hace tener plena confianza en el Señor, nunca perdamos esta confianza, no neguemos que existe un Dios en el que podemos confiar:

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;

Hebreos 10:35

Recordemos que nuestra confianza no la estamos depositando en un hombre, es en un Dios grande y poderoso, que hace maravillas y que transforma la oscuridad en luz, que todo el entorno que se muestre negativo, Él con Su enorme poder lo cambia.

El versículo anterior nos hace reflexionar sobre el tema de la confianza en Dios, y es un llamado para que los cristianos de ese tiempo no perdieran la confianza en el Señor, porque si esto pasaba, pues sus vidas estarían en alto riesgo.

Para poder alcanzar nuestro galardón, debemos correr esta carrera con paciencia y confiar siempre en nuestro Dios. Acerquémonos más y más al Señor, confiemos en Él con toda seguridad, Él es nuestro Dios, no pierdas tu confianza en Él.

Cuando hablamos de confianza en Dios, también hablamos de fe. La confianza y la fe van de la mano, pues el que confía en Dios cree en Sus promesas, aunque las circunstancias parezcan adversas. Abraham, por ejemplo, creyó contra toda esperanza, y esa confianza fue contada como justicia. De la misma manera, nosotros estamos llamados a depositar nuestra fe en Dios, aun cuando todo alrededor parezca contrario.

Podemos recordar también la historia de Daniel en el foso de los leones. ¿Qué lo sostuvo en ese momento de prueba? Su confianza inquebrantable en el Señor. Daniel no dudó del poder de Dios, y esa seguridad le dio la paz que necesitaba en la oscuridad de aquel lugar. Esa misma confianza debe estar en nuestros corazones hoy, porque el mismo Dios que libró a Daniel es el que cuida nuestras vidas.

El apóstol Pablo también enseñaba a permanecer firmes en la confianza en Cristo. Él mismo atravesó cárceles, azotes, persecuciones, pero nunca dejó de creer. Su testimonio nos recuerda que la confianza en Dios no depende de lo que vemos, sino de la certeza de lo que Él ha prometido.

Querido lector, nuestra confianza en Dios trae consigo grandes beneficios. En primer lugar, nos da paz en medio de la tormenta. En segundo lugar, fortalece nuestra fe para resistir los momentos de dificultad. Y en tercer lugar, nos asegura el galardón prometido, la vida eterna con Cristo Jesús. Todo esto hace que nuestra confianza en Dios no sea un acto vacío, sino un tesoro de esperanza y seguridad.

Por eso, no te dejes vencer por las dudas ni por las pruebas. Recuerda que el enemigo siempre querrá sembrar desconfianza en tu corazón, pero debes mantenerte firme en la promesa de que el Señor está contigo. El mismo Jesús dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Esa promesa es suficiente para caminar en fe sin temor.

En conclusión, la confianza en Dios es nuestro mejor refugio. Nada ni nadie podrá sostenernos de la manera en que lo hace el Señor. No pierdas tu confianza, porque como dice la Escritura, tiene grande galardón. Mantente firme, cree en Sus promesas y sigue confiando en que el Dios que comenzó la buena obra en ti, será fiel en completarla. Amén.

Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia
Dios es el que me ayuda
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