En cada proyecto que emprendamos, en cada paso que demos y en toda decisión que tomemos, debemos asegurarnos de que sea guiada y respaldada por nuestro Dios. No hay mayor seguridad que andar bajo Su dirección. Si el Señor no va con nosotros, nuestros esfuerzos serán en vano. Podemos tener buenos planes, recursos y determinación, pero si Dios no está en el centro, todo se derrumba fácilmente. Por eso, el creyente prudente busca primero la aprobación divina antes de actuar. Cuando ponemos nuestros caminos en las manos del Señor, Él endereza nuestras sendas y nos guarda de caer en el error.
La presencia de Dios es vital para el creyente. No se trata solo de sentir emoción espiritual, sino de vivir conscientes de que Él está con nosotros en cada instante. Sin Su presencia no hay protección, ni dirección, ni consuelo. Podemos tenerlo todo en lo material, pero si el Señor no está con nosotros, lo hemos perdido todo. Por el contrario, aunque nos falten los recursos o la fuerza humana, si Su presencia está con nosotros, tenemos la victoria asegurada. En la presencia del Señor hay plenitud de gozo, hay paz en medio de la tormenta y fortaleza en medio de la debilidad. Es Su compañía lo que nos da la seguridad de que estamos en el camino correcto.
Los hombres de fe en la antigüedad comprendían profundamente esta verdad. Moisés, Josué, David y muchos otros sabían que no había éxito posible sin el respaldo de Dios. Moisés, en particular, fue un ejemplo de dependencia total. Él no quiso avanzar ni un solo paso sin la presencia divina. Entendía que la autoridad y el poder que lo acompañaban venían del mismo Dios que lo había llamado. Ser guiado por la presencia del Señor significaba caminar bajo Su protección, con Su dirección y con Su favor. Esa conciencia de dependencia es lo que debemos tener también nosotros hoy.
Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
Éxodo 33:15
Estas palabras de Moisés reflejan la humildad y la sabiduría de un siervo que sabía que sin Dios no era nada. Aunque el mandato provenía del mismo Señor, Moisés no quiso avanzar confiando solo en su fuerza o en su posición. Él necesitaba sentir la seguridad del acompañamiento divino. Reconocía que el éxito de su misión no dependía de su capacidad, sino de la guía del Espíritu de Dios. Moisés había experimentado el poder del Señor en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto, y sabía que solo con Su presencia el pueblo podía alcanzar la tierra prometida.
Cuán importante es que nosotros también reconozcamos nuestra necesidad de Su presencia en todo lo que hagamos. Muchos inician proyectos, ministerios o relaciones sin antes buscar el rostro del Señor, y luego se preguntan por qué las cosas no salen bien. Dios no respalda lo que no nace de Su voluntad. Antes de avanzar, debemos detenernos y orar como Moisés: “Señor, si tu presencia no va conmigo, no me dejes moverme de aquí”. Esa oración es una muestra de rendición, de humildad y de confianza total en el Padre celestial. Solo cuando aprendemos a depender de Él, podemos caminar con verdadera seguridad.
Queridos hermanos, la presencia de Dios no solo nos guía, sino que también nos distingue. En Éxodo 33:16, Moisés dijo: “¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros?” Es decir, lo que hace diferente al pueblo de Dios no son sus logros, ni sus edificios, ni su número, sino la presencia del Altísimo en medio de ellos. Esa misma presencia debe acompañarnos en nuestra vida diaria, en nuestro hogar, en nuestro trabajo y en todo lo que hagamos. Sin ella, somos frágiles; con ella, somos invencibles.
Así que, amados, procuremos mantenernos siempre bajo la presencia de nuestro Dios. No tomemos decisiones apresuradas sin antes consultarle. No demos pasos sin sentir Su dirección. Si Su Espíritu nos dice que esperemos, esperemos; y si nos dice que avancemos, avancemos confiados. Porque si el Señor va con nosotros, ningún peligro podrá dañarnos. Él es nuestro amparo y fortaleza, nuestro guía y protector. Que cada día podamos decir con convicción: “Señor, sin Ti no quiero seguir adelante”. Solo así caminaremos con verdadera seguridad y veremos Su gloria manifestarse en cada área de nuestra vida. Amén.