Velemos y seamos sobrios

El título de este artículo es una frase muy conocida de 1 Tesalonicenses 5:6, donde el apóstol Pablo hace uso especial de todo el capítulo cinco para dar una alerta a la iglesia sobre los tiempos venideros. Y efectivamente, un mensaje como este, en medio de una era moderna, nunca debe ser sustituido por otro.

La Biblia varias veces nos habla sobre la venida de Cristo y de cómo debemos estar preparados como seguidores de Él que somos. Puede que muchas veces estemos tan entretenidos en las cosas pasajeras de este mundo, que se nos llegue a olvidar que realmente ¡Cristo viene por su pueblo!

Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.

1 Tesalonicenses 5:6

Por tanto…

Esto quiere decir, que antes de este «por tanto», el apóstol estaba diciendo cosas que realmente debemos poner suma atención. Primero, en los versículos del 1 al 3, nos plantea un escenario donde el Hijo de Dios viene por su pueblo. Luego, Pablo continúa:

4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.

5 Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.

1 Tesalonicenses 5:4-5

Ciertamente Cristo viene como un ladrón en la noche, en el sentido de que nadie sabe ni el día ni la hora en la que el Hijo de Dios vendrá, sin embargo, a nosotros como pueblo de Dios, aquel día no nos debe sorprender como a quien que va a ser hurtado, pues, nosotros estamos esperando aquel día, y de aquí se desprende la pregunta que debe mantenernos alerta:

¿Estamos velando o estamos durmiendo?

Oh querido lector, que esta pregunta retumbe en este mismo momento tanto en tu corazón como en el mío. Que seamos sinceros, en si estamos durmiendo o velando.

El Señor nos manda a velar y ser sobrios. ¿Cómo podemos lograr esto? Estudiando Su Palabra, orando en todo tiempo, viviendo una vida que agrade a Dios, sabiendo que Su venida se acerca. Por lo tanto, no vivamos como aquellos quienes no están alerta de la venida del Señor, sino sabiendo que Cristo se acerca, y que esta promesa es verdadera.

El llamado a velar no es una advertencia para atemorizarnos, sino una exhortación a mantener una fe viva. Dormir espiritualmente es vivir sin conciencia de la eternidad, dejar que las preocupaciones y los placeres de esta vida apaguen la voz de Dios en el corazón. Pablo, inspirado por el Espíritu, sabía que la iglesia podía caer en esa distracción, por eso repite con insistencia la necesidad de sobriedad: mente clara, corazón vigilante y esperanza firme. No se trata solo de esperar, sino de esperar bien, con fidelidad.

Velar implica discernir los tiempos, reconocer las señales y no conformarse al sistema del mundo. El creyente que vela examina su vida, confiesa su pecado y busca ser hallado irreprensible en la venida de Cristo. Dormir, por el contrario, es dejarse arrastrar por la rutina espiritual, asistir al culto sin pasión, leer la Biblia sin entendimiento, orar sin convicción. De ese sueño el Señor quiere despertarnos.

Cuando Pablo dice “seamos sobrios”, está hablando de autocontrol, dominio propio y prudencia espiritual. El creyente sobrio no se deja llevar por emociones vacías ni por doctrinas superficiales; su fe está anclada en la verdad. En un mundo lleno de ruido, mantenerse sobrio significa no perder la calma ni la esperanza ante la maldad creciente. Significa recordar que nuestra ciudadanía está en los cielos y que cada día nos acerca al encuentro con nuestro Salvador.

Velar también es perseverar en el bien. No se puede estar despierto espiritualmente sin amar. La vigilancia cristiana no es solo conocimiento profético, sino obediencia diaria. Se manifiesta en la manera en que tratamos a los demás, en la pureza de nuestras palabras y en la integridad de nuestro caminar. El creyente que vela no vive en temor, sino en gratitud, porque sabe que el retorno de Cristo no es juicio para él, sino recompensa.

El apóstol contrasta “los que duermen” con “los hijos de luz”. Esa diferencia muestra que el evangelio transforma nuestra percepción del tiempo y de la vida. Los hijos de luz no se conforman a la oscuridad ni se dejan influenciar por la indiferencia espiritual. Permanecen atentos, orando, resistiendo la tentación y alentando a otros a permanecer firmes. Su esperanza no está en lo visible, sino en la promesa de aquel que dijo: “Vengo pronto”.

El creyente que vela entiende que el día del Señor no será sorpresa, sino cumplimiento. Cada paso de obediencia, cada acto de amor, cada oración sincera es una vela encendida que arde mientras el mundo duerme. Que esta exhortación del apóstol Pablo nos despierte del letargo y nos impulse a vivir conscientes de que el tiempo se acorta. Cristo viene, y su iglesia debe hallarse despierta, sobria y fiel.

¿Qué queréis que os haga?
Ofrenda grata a Jehová