Si eres misericordioso serás bendito

La misericordia de nuestro Dios es grande, es la que nos cuida cada día, nos guarda, por eso debemos tener en cuenta que debemos ser misericordiosos, así como lo es nuestro Dios con nosotros.

Si tratamos a los demás con amor y misericordia así como nuestro Dios nos manda, entonces seremos benditos. No debemos ser personas malas, porque si Dios tiene misericordia de nosotros, pues hagamos nosotros igual.

Lo mismo que nosotros sembramos eso cosechamos. Si sembramos maldad, eso mismo recibiremos, en cambio, si sembramos bondad, pues bondad vamos a cosechar, es por eso que debemos ser sabios y atender a este enseñanza:

8 El que sembrare iniquidad, iniquidad segará, Y la vara de su insolencia se quebrará.

9 El ojo misericordioso será bendito, Porque dio de su pan al indigente.

Proverbios 22:8-9

Como hemos visto en los versículos anteriores, cada uno recibirá un pago dependiendo de sus obras. Si alguien hizo maldad, no es verdad que recibirá el favor de Dios, al contrario, recibirá castigo. Pero aquellos que son misericordiosos, serán bendecidos.

Vamos a tener bien en cuenta que, los ojos de Dios están sobre toda su creación, por lo cual debemos actuar con amor y misericordia hacia los demás. Así que, si Dios es misericordioso, entonces actuemos también como Él.

Reflexión final

La misericordia de Dios no es un atributo pasajero, es parte de Su esencia. La Escritura nos recuerda una y otra vez que la misericordia de Jehová es nueva cada mañana, lo que significa que todos los días tenemos la oportunidad de experimentar Su cuidado, Su perdón y Su amor inmerecido. Si Dios, que es santo y justo, no nos paga conforme a nuestras obras, sino que se compadece de nosotros, ¿cómo no habremos de mostrar nosotros también misericordia a quienes nos rodean?

La vida cristiana no se mide solo por la cantidad de oraciones que hacemos o los servicios a los que asistimos, sino por cuánto reflejamos el carácter de Cristo en nuestra vida diaria. Jesús dijo en el sermón del monte: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mateo 5:7). Este principio es claro: la medida con la que tratamos a los demás será la misma con la que Dios nos mida. Por eso, cuando extendemos misericordia, no solo bendecimos a otros, sino que abrimos las puertas para recibir la bendición de Dios en nuestra propia vida.

Es importante entender que la misericordia no siempre significa aprobar lo incorrecto o dejar de señalar el pecado, sino que implica tratar a las personas con compasión, aun cuando fallen, así como Dios lo hace con nosotros. La misericordia se manifiesta en pequeños gestos: perdonar al que nos ofende, ayudar al necesitado, escuchar al que sufre, dar ánimo al que está abatido. Todo esto refleja el amor de Dios en acción.

El proverbio que leímos es contundente: quien siembra maldad, cosecha maldad; pero quien da de su pan al indigente será bendecido. Es una enseñanza que rompe con el egoísmo natural del ser humano y nos recuerda que nuestras acciones tienen consecuencias eternas. Ser misericordioso no solo impacta la vida de otros, sino que deja huellas que trascienden y que serán recompensadas por Dios.

Hoy más que nunca el mundo necesita creyentes que vivan y practiquen la misericordia. Las redes sociales, la competencia laboral y los problemas sociales tienden a endurecer los corazones. Sin embargo, el llamado del Señor es claro: seamos diferentes, seamos luz en medio de la oscuridad, mostrando compasión donde otros muestran juicio, perdón donde otros muestran rencor, ayuda donde otros muestran indiferencia.

Que esta reflexión nos lleve a un compromiso diario: pedirle al Señor que nos dé un corazón misericordioso. Al hacerlo, no solo estaremos cumpliendo Su mandato, sino que también experimentaremos la dicha de vivir conforme a Su voluntad, sabiendo que el Dios de misericordia estará con nosotros en cada paso que demos. Recordemos que el mayor ejemplo de misericordia lo tenemos en Jesucristo, quien entregó Su vida en la cruz para darnos salvación eterna. Sigamos Sus pasos, y nuestra vida será un reflejo vivo del amor de Dios.

El que anda con sabios, sabio será
Anda en el camino que Dios te mandó