Hermanos en Cristo Jesús, debemos estar siempre claros de que nuestra salvación viene de nuestro Dios, en ningún otro hay salvación.
Solo hay uno el cual dio su vida por nosotros en la cruz del calvario para traernos libertad, para darnos vida y vida en abundancia. Ese es nuestro Dios es eterno, un Dios que nos ayuda y que desde antes de la creación nos vio y nos amó.
Si vamos a hablar de salvación, solo uno fue a la cruz del calvario, a entregar su vida por nuestras culpas y pecados, para traer libertad a los cautivos, porque solo en nuestro Dios está la salvación y no en nadie más:
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12
En este escrito Pedro nos aclara que solo hay uno en cual podemos ser salvos, porque Suya es la salvación, porque no hay salvación en ningún otro.
Es por eso que en el versículo que acabamos de leer podemos ver que la aclaración de Pedro de hacerle entender a todos allí, es para que ellos crean y entiendan que solo en el Señor hay salvación.
No existe otro nombre dado a los hombres en cual podamos ser salvos, y es por eso es que Solo hay uno el cual es mencionado con todo honor, imperio y poder, cielo y tierra obedecen Su poder y Su mandato. Por eso debemos alabar a Aquel al que le pertenece la salvación de todo el mundo, no busquemos salvación en otro porque no la encontraras, sino en nuestro Dios que está en los cielos.
Cuando analizamos la historia bíblica, vemos que desde Génesis hasta Apocalipsis, la Palabra de Dios nos muestra que el plan de salvación fue preparado por Dios mismo. En el Antiguo Testamento encontramos las sombras y profecías que apuntaban hacia Cristo. Los profetas anunciaron al Mesías que habría de venir, y en el Nuevo Testamento se cumple plenamente esa promesa en la persona de Jesucristo. Esto nos confirma que la salvación no es un invento humano, sino un regalo divino que viene del cielo.
Jesús mismo declaró que Él es “el camino, la verdad y la vida” y que nadie puede llegar al Padre si no es por Él. Esto derriba cualquier idea de que podamos salvarnos por nuestras propias obras, riquezas o méritos. La salvación no depende de cuán buenos creamos ser, sino de la gracia de Dios manifestada en la cruz. En esa cruz se pagó el precio de nuestra libertad, allí se derramó la sangre que nos limpia de todo pecado.
Muchos hombres en la historia han tratado de buscar su propia forma de salvación: algunos a través de la filosofía, otros por la religión, otros confiando en riquezas o en ídolos hechos por manos humanas. Sin embargo, la Biblia es clara al decirnos que fuera de Cristo no hay esperanza. El ser humano, en su estado natural, está perdido, pero Dios en su infinita misericordia nos dio un Salvador perfecto.
El apóstol Pablo también reafirma esta verdad en Romanos 10:9-10 cuando dice que si confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor, y creemos en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, seremos salvos. No se trata de un ritual complicado, sino de fe genuina en el único nombre que salva. Así de sencillo y así de profundo es el mensaje del evangelio.
Querido lector, esta verdad debe impulsarnos a vivir con gratitud y obediencia. Si hemos sido rescatados por un precio tan alto, debemos honrar al Salvador con nuestra vida. No podemos guardar en silencio este mensaje, sino compartirlo con otros, porque así como nosotros recibimos gracia, también otros necesitan conocer que en Cristo hay vida eterna.
En conclusión, recordemos siempre que la salvación no se encuentra en filosofías, religiones, ni en líderes humanos. No se compra con dinero, ni se hereda por tradición. La salvación es un regalo de Dios, y solo se recibe en Cristo Jesús. Por eso, confiemos únicamente en Él, adoremos Su nombre y vivamos cada día como hijos agradecidos por tan grande amor y misericordia.