Posiblemente hoy te has despertado con la mente color gris, que no sabes qué hacer por las situaciones difíciles que el día a día te está presentando, pero quiero decirte que nada de eso es motivo para que tu gozo en el Señor sea robado. Existen muchísimos ejemplos que podría poner aquí de hombres de Dios que tuvieron que vivir múltiples dificultades en su entorno, sin embargo, nada pudo robarles el gozo en el Señor.
¿Ejemplos? Creo que te pueden motivar hoy sin duda alguna. Nehemías, tuvo sus múltiples batallas con Sambalat y Tobías, entristeciéndose muchas veces, pero Dios le dio la victoria. ¿José? Serían muchas las penurias a contar que pasó nuestro estimado José, sin embargo, Dios le dio la victoria de tal manera que solo el faraón era más importante que él en Egipto.
¿Pablo, Pedro, los apóstoles en general? Sufrieron azotes, fueron apedreados y menospreciados; pero nada de eso fue motivo para robarles el gozo en el Señor, porque ellos creían fielmente que Aquel que les había llamado era poderoso para darles la victoria aún en la más grande tempestad.
El apóstol Pablo, experto en batallas y aflicciones escribió:
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
Filipenses 4:4
Pero algo importante es el poder comprender cuál sea la buena voluntad de Dios, la cual siempre es mejor que la de nosotros, saber que aunque estemos pasando estas pruebas y aflicciones temporales, la gloria que nos espera con Jesús tiene mucho mayor peso, ya que es eterna.
Levanta la cabeza, limpia las lágrimas, gózate en tu Señor, que nada ni nadie te robe ese gozo, porque fiel es nuestro Señor Jesucristo, quien nos mantendrá firmes hasta el fin.
Palabras finales
El gozo del Señor no es un simple sentimiento pasajero ni depende de las circunstancias externas; es una certeza profunda que nace de saber que Cristo reina y que nuestras vidas están seguras en Sus manos. Podemos perder bienes, amistades, oportunidades o incluso fuerzas físicas, pero el gozo que proviene del Espíritu Santo es un tesoro inquebrantable que permanece. Así lo entendieron los apóstoles cuando, luego de ser azotados, se sintieron dignos de sufrir por causa del Evangelio (Hechos 5:41). Ellos no veían el sufrimiento como derrota, sino como un motivo más para exaltar al Señor.
Ese mismo gozo es el que sostuvo a Job en medio de sus pérdidas, cuando declaró: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. No se trataba de negar la realidad de su dolor, sino de reconocer que, incluso en medio de las pruebas más duras, Dios seguía siendo digno de alabanza. Y esa es la invitación para nosotros hoy: no permitir que el enemigo ni las circunstancias apaguen lo que Dios encendió en nuestro corazón.
El mundo intentará robarnos la paz y el gozo a través de preocupaciones, comparaciones y desánimos. Sin embargo, cada vez que elegimos confiar en Dios y recordar Sus promesas, el gozo es renovado. Tal como Jesús enseñó en Juan 16:22: “También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Esa es una promesa firme que debe sostenernos.
Por eso, cuando te sientas abatido, no busques en tus propias fuerzas, sino en la presencia del Señor. Ora, alaba, canta un himno, recuerda los milagros pasados, escribe un salmo personal, y sobre todo, descansa en la verdad de que tu gozo no depende de lo que ocurre afuera, sino de lo que Dios ya hizo en la cruz por ti. La obra de Cristo es la garantía eterna de que tu vida tiene propósito, esperanza y victoria.
Que nada robe tu gozo. Haz de la gratitud y de la confianza en Dios un estilo de vida, porque así como Nehemías, José, Pedro y Pablo fueron fortalecidos en medio de las tormentas, también tú serás sostenido. Regocíjate hoy en el Señor, porque Su gozo es tu fortaleza (Nehemías 8:10), y esa fortaleza nunca te faltará mientras permanezcas en Él.