Ser nuevo en Cristo, o dejar atrás las cosas del mundo, es cuando decidimos aceptar al Señor como nuestro Salvador, dejar las cosas malas que hacíamos anteriormente y comportarnos diferente, mostrar ese cambio característico de aquellos que aceptaron a Cristo como único y suficiente Salvador.
Por eso cuando somos nuevos en la presencia de Dios, nuestras vidas marchan diferente, andaremos de otra manera, habrá un cambio en nuestra forma de hablar, de mirar, y en todo lugar que pisemos marcaremos la diferencia y mostraremos la persona de Cristo en nosotros.
Ser nuevos en Cristo nos permite conocer más y más de Su gracia, paz y amor, cada una de estas cualidades o virtudes que Dios nos brinda nos favorecen en gran manera, ya que teniendo cada una de éstas podremos ser mejores personas en El Señor.
Lo importante de todo es que la misma Biblia nos habla de ser nueva persona en el Señor, de ser una nueva criatura:
15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5:15-17
Los versículos anteriores hablan claramente de la reconciliación, su autor lo hizo para que las personas renovaran su pacto con Dios y para que después de haberse reconciliado con El Señor, cambiaran y ya no fueran una personas iguales sino nuevas en el Señor.
Y por eso termina el verso 17 hablando de que si alguno está en Cristo, debe ser totalmente diferente y no ser partícipe de lo que una vez en su vida pasada fue, porque ahora está sujeto a Aquel que murió y resucitó.
Un cambio que se refleja en la vida diaria
La transformación en Cristo no es solo una declaración de fe, sino una realidad visible en la vida del creyente. La forma en que tratamos a los demás, las palabras que pronunciamos y nuestras actitudes reflejan si en verdad hemos nacido de nuevo. No se trata de perfección, sino de un proceso en el cual el Espíritu Santo va moldeando nuestro carácter conforme a la imagen de Jesús.
Cuando alguien acepta al Señor, las personas que le rodean notan un cambio. Tal vez antes había ira, resentimiento o malas palabras, pero ahora hay paz, paciencia y un espíritu de servicio. La diferencia está en que Cristo habita en el corazón, y esa presencia transforma lo que antes parecía imposible de cambiar.
La nueva criatura y la libertad del pecado
Otro aspecto fundamental de ser una nueva criatura es que ya no vivimos bajo el dominio del pecado. Antes estábamos esclavizados, pero ahora tenemos libertad en Cristo. El apóstol Pablo lo explica en Romanos 6:6: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Esto significa que aunque todavía podemos caer, ya no somos esclavos, sino que tenemos poder en el nombre de Jesús para vencer las tentaciones.
Esta verdad nos anima a vivir confiados en que Dios nos da la fuerza necesaria para apartarnos del mal y caminar en obediencia. Dejar lo viejo no siempre es fácil, pero es posible cuando dependemos del Espíritu Santo y confiamos en las promesas del Señor.
Viviendo con propósito en Cristo
Ser nuevos en Cristo también implica que nuestra vida adquiere un nuevo propósito. Ya no vivimos para nosotros mismos, sino para aquel que murió por nosotros. Nuestras metas, proyectos y decisiones deben estar guiadas por la voluntad de Dios. Cuando buscamos agradarle a Él, nuestras prioridades cambian y comenzamos a valorar más lo eterno que lo terrenal.
De esta manera, la nueva criatura aprende a ser luz en medio de la oscuridad, a compartir el evangelio con otros y a ser un testimonio viviente de la obra transformadora de Cristo. Este llamado no es solo para pastores o líderes, sino para todo aquel que ha creído en Jesús como Señor y Salvador.
Conclusión
En conclusión, ser una nueva criatura en Cristo es un privilegio que nos otorga el Señor al perdonarnos y adoptarnos como Sus hijos. Dejar atrás las cosas viejas y vivir de acuerdo con Su Palabra nos convierte en testimonios vivos de Su poder. Recordemos siempre que el cambio verdadero no proviene de nuestras fuerzas, sino de la obra de Cristo en la cruz y la acción continua del Espíritu Santo en nuestra vida. Por eso, cada día debemos esforzarnos en reflejar Su amor y Su gracia, recordando que todo lo que hacemos debe ser para la gloria de Dios.