Acción de gracias por la justicia de Dios

La acción de gracias a Dios es parte de ser una persona que se siente totalmente agradecida por las obras poderosas que Dios ha hecho en su vida. Un corazón agradecido es un corazón que reconoce que todo lo que posee proviene del Señor, y que sin Él nada sería posible. Dios es justo y practica la justicia, nuestro Dios no se equivoca. Su plan es perfecto, sus caminos son rectos y aunque muchas veces no entendemos lo que ocurre en nuestras vidas, sabemos que Él tiene todo bajo control. Su justicia es buena, no hay nadie como nuestro Dios justo y verdadero, Su justicia es para siempre así como Él es eterno, ¡oh! cuán grande y poderoso es nuestro Dios. Esta verdad debería inspirar en nosotros no solo gratitud, sino también reverencia y confianza inquebrantable, pues sabemos que servimos a un Dios que nunca falla.

Nuestro Dios nos respalda cuando necesitamos Su justicia, en la Biblia existen varios ejemplos de cómo la justicia de Dios actuaba con Sus hijos. Él defendió a Israel contra sus enemigos, protegió a los profetas cuando fueron perseguidos y se mostró fiel en cada generación. De la misma manera Su justicia siempre está con nosotros, aunque a veces tarde en manifestarse a nuestros ojos humanos. Dios obra en su tiempo perfecto, y su justicia no se retrasa ni se equivoca, pues siempre se cumple de acuerdo a su voluntad eterna.

1 Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas.

2 Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.

3 Mis enemigos volvieron atrás; Cayeron y perecieron delante de ti.

Salmos 9:1-3

En el primer verso el salmista David expresa la manera en que alabará a Dios y hablará de Sus poderosos hechos. «Cantaré de Tus maravillas». Esto no es más que una acción de gracias a través de sus adoraciones a Dios, entregando todo lo que él es en adoración delante del Señor. Alabar con todo el corazón significa hacerlo sin reservas, sin máscaras y sin hipocresía, reconociendo la grandeza de Dios y exaltando su nombre con sinceridad.

En el segundo versículo nuevamente dice que cantará al Altísimo. Los cánticos que el salmista David dedicaba a Dios eran puros y con todo su corazón. Este hombre se entregaba a Dios porque él sabía que todo lo que necesitaba lo encontraba en el Señor. El gozo del salmista no estaba en sus victorias personales, ni en su posición como rey, sino en la comunión con Dios. Eso nos enseña que la verdadera alegría del cristiano no depende de las circunstancias externas, sino de la relación viva y constante con el Señor.

En el tercer versículo cuenta lo que aconteció con aquellos que procuraban el mal para él. Sus enemigos volvieron atrás, no porque David fuera más fuerte, sino porque la justicia de Dios lo respaldaba. Solo Dios es quien tiene nuestra justicia en sus manos, solo en Él debes confiar con todo tu corazón, dar lo mejor de ti hacia Dios y reconocerle en todo. Cuando confiamos en la justicia divina, dejamos de vivir angustiados por las injusticias humanas, porque sabemos que tarde o temprano Dios actuará.

La acción de gracias no es simplemente un acto de cortesía religiosa, sino una respuesta natural al amor y la justicia de Dios. Un creyente que agradece reconoce que cada respiro, cada victoria, cada provisión viene del Señor. Y en esa gratitud se fortalece su fe, porque al recordar las maravillas del pasado, adquiere confianza para el futuro. Así como David relataba las maravillas de Dios, nosotros también debemos contar lo que Él ha hecho en nuestras vidas, ya que ese testimonio inspira a otros a confiar en el mismo Dios fiel y justo.

En nuestra vida cotidiana podemos practicar la acción de gracias no solo en palabras, sino en hechos: sirviendo a los demás, compartiendo lo que tenemos, cantando alabanzas, orando con sinceridad y viviendo en obediencia a la Palabra. Cada acto de gratitud se convierte en una semilla de fe que da fruto en su tiempo. Al final, nuestra acción de gracias no solo bendice a Dios, sino que nos transforma a nosotros mismos, recordándonos que dependemos completamente de Él. Así, la justicia, el poder y el amor de Dios se convierten en un canto permanente en el corazón del creyente agradecido.

Su gloria cubrió los cielos
Dios es el que me ciñe de fuerza