No dudes en dar el paso al camino de la fe en Cristo Jesús, tomar tu cruz y seguirle, solo Él puede ayudarte, solo Dios puede darte la alegría que no tienes, Dios puede restaurar tu corazón. Caminar con Cristo es la decisión más importante que cualquier ser humano puede tomar, porque no se trata únicamente de religión, sino de una relación real y viva con el Salvador. Él es quien trae paz al alma cansada, quien sana heridas profundas y quien nos da un propósito que va más allá de lo temporal.
Recuerda que eres libre de tomar esa gran y beneficiosa decisión. En nadie más encontrarás consuelo, porque solo en el Señor podemos encontrar vida en abundancia. Las cosas que el mundo ofrece son pasajeras, prometen alegría pero dejan vacío. En cambio, Cristo llena nuestro ser de una paz y gozo que nada ni nadie puede quitar. Cuando Dios llega, nuestro espíritu cambia por completo; lo que antes era tinieblas ahora se convierte en luz, lo que era tristeza se transforma en cántico, y lo que estaba roto es restaurado por nuestro Dios poderoso.
Si nos apartamos para el Señor y vamos a Él con un corazón decidido, Él cambiará nuestra vida, pues todo lo malo saldrá de nuestras vidas, todo lo que está sucio se irá. Ese cambio no depende de nuestras fuerzas ni de nuestra disciplina únicamente, sino del poder transformador de Su Espíritu. El Señor limpia lo más profundo del corazón, sana recuerdos dolorosos y rompe cadenas que parecían imposibles de romper. Donde había odio, Él siembra amor; donde había desesperanza, Él planta esperanza; donde había pecado, Él derrama perdón y nueva vida.
El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.
Salmos 147:3
Este versículo es un recordatorio de que no hay herida demasiado grande para que Dios no la sane. Él es especialista en levantar al caído y en restaurar al que ya no tiene fuerzas para seguir. El Señor no ignora nuestras lágrimas ni nuestro dolor; al contrario, se acerca con ternura para vendar nuestras heridas y darnos un nuevo comienzo. Muchos testimonios de hombres y mujeres alrededor del mundo confirman esta verdad: cuando Cristo llega, la vida nunca vuelve a ser igual.
Dios restaura a los que están con corazón abatido, les da vida, porque solo Él cambia ese corazón por uno nuevo. Cuando lo conocemos, Su presencia nos rodea y Su poder nos sostiene. Es como si una nueva fuerza llenara nuestro ser, y lo que antes parecía imposible ahora se convierte en realidad. Esa restauración no es algo superficial, sino un cambio genuino desde lo profundo del alma. El Espíritu Santo comienza a obrar y a dirigirnos hacia la vida abundante que Cristo prometió.
Todo lo que hace el Señor en nuestras vidas es tan real como el aire que respiramos, tan tangible como el mar que se mueve de un extremo hacia otro. El poder de Dios es magnífico y poderoso, y no se limita a historias antiguas en la Biblia; sigue siendo una realidad hoy en día. Millones de creyentes alrededor del mundo pueden dar testimonio de milagros, sanidades, provisión y cambios radicales en sus vidas por el poder de Cristo. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
Que los que han perdido sus esperanzas y las han puesto en manos de hombres, puedan conocer a nuestro Dios a través de nosotros. Somos llamados a ser testigos vivos de Su gracia y amor, mostrando a otros que el Evangelio es poder de Dios para salvación. El mundo está lleno de corazones rotos, de personas cansadas y cargadas, y nosotros, como hijos de Dios, tenemos el privilegio de anunciarles que hay esperanza en Jesús. Alabemos a nuestro Dios por su gracia, bondad y misericordia, y compartamos esa luz con los que aún viven en tinieblas.
Conclusión: No pospongas tu decisión. Ven a Cristo hoy y entrégale tu corazón. Él promete darte descanso, restauración y una vida nueva. No importa cuál haya sido tu pasado, en Jesús siempre hay un futuro glorioso. Y cuando experimentes Su amor, proclama al mundo que el Señor es bueno, que sana al quebrantado de corazón y que nunca abandona a quienes confían en Él.