No detengamos la voluntad de Dios

Aunque queramos nunca detendremos la voluntad divina de Dios, porque todo tal como está escrito en las Sagradas Escrituras, así todo debe cumplirse, por eso solo debemos dar gracias a Dios por todo y ante eso pedirle que nos dé fuerzas cada día y que tenga misericordia de todos nosotros.

Recordemos no podemos decirle que detenga Su voluntad, El Señor sabe todas las cosas, Él sabe cómo actúa en cada escenario. Dios es Dios, El Alfa y la Omega, El principio y el Fin.

Un hombre nunca se puede oponer ante el propósito y de voluntad de Dios, nunca, debemos tener en cuenta que no estamos hablando con cualquier persona, estamos hablando con el Creador de todas las cosas. Él es El rey de reyes y Señor de Señores, y debemos ser obedientes y fieles delante de Dios Altísimo y Sublime.

Una muestra de esto fue cuando el mismo Jesús vio que estaba cerca el momento difícil su crucifixión, pero debemos saber que Jesús era humano en ese momento, así que podía sentir dolor.

Veamos qué Jesús dijo en su oración cuando estaba cerca el día de su crucifixión:

Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

Mateo 26:39

Si esto fue el mismo Jesús que dijo «pero no sea como yo quiero, sino como tú», pues también nosotros debemos decir lo mismo, pedir a Dios que se haga Su voluntad en todo y pedirle que nos dé fuerzas para cualquier eventualidad que se presente, que Él nos cubra y seamos guardados ante todo. Demos gracias a Dios porque Su misericordia nos sostiene cada día.

Oremos a Dios y sigamos creyendo que Dios hará Su voluntad la cual es buena y perfecta. Recordemos que en Sus caminos estamos seguros.

Aceptar la voluntad de Dios no significa resignarse pasivamente, sino más bien reconocer que Él tiene un plan perfecto, aunque a veces no lo entendamos. Muchas veces queremos que las cosas sucedan de acuerdo a nuestra lógica o nuestros tiempos, pero el Señor, en su infinita sabiduría, obra de manera que incluso lo que parece adverso se convierte en bendición. El propósito divino siempre será para bien, aun cuando no lo podamos ver de inmediato.

La voluntad de Dios se manifiesta en cada detalle de nuestra vida: en las pruebas que enfrentamos, en las puertas que se abren o se cierran, en las personas que pone en nuestro camino. Todo esto nos recuerda que no somos dueños absolutos de nuestro destino, sino que dependemos del Todopoderoso, quien guía nuestros pasos con amor eterno.

Así como Jesús aceptó la voluntad del Padre en el Getsemaní, nosotros debemos aprender a confiar y descansar en que Su plan es mejor que el nuestro. Esa confianza nos libra de la ansiedad, nos fortalece en medio de la incertidumbre y nos llena de paz, porque sabemos que el Señor nunca pierde el control.

Conclusión

La voluntad de Dios siempre prevalece, y nuestro deber como hijos suyos es confiar en que sus planes son justos y perfectos. No podemos detener lo que Dios ha determinado, pero sí podemos alinearnos con su propósito, vivir agradecidos y obedecer con fe. Al igual que Jesús nos dio ejemplo de rendición y confianza, hoy estamos llamados a orar diciendo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esa entrega nos asegura que, aunque no entendamos todo, estaremos en las mejores manos: las del Dios soberano, eterno y fiel.

Jesús no nos dejó huérfanos
Un solo cuerpo