En el libro de Juan capítulo 14 Jesús prometió que no dejaría solos a sus discípulos, sino que les enviaría al Consolador, al Espíritu Santo, el cual iba a estar con ellos todos los días.
Lo primero que debemos saber es que Dios cumple sus promesas, y esta gran promesa la vemos cumplirse en el libro de Hechos, pero antes de cumplirse Jesús les recordó que eso iba a suceder:
6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Hechos 1:6-8
Y es por eso Jesús les dijo que a ellos simplemente no les tocaba el saber esas cosas. En cambio, en el siguiente versículo les revela algo mucho más importante que esa pregunta, y es la promesa del Espíritu Santo, y que ellos le serían testigos en todas las naciones.
A veces queremos saber muchas cosas, tales como el significado de las trompetas del Apocalipsis, de los caballos, etc. Pero tenemos cosas frente a nuestros propios ojos, a las cuales deberíamos prestarles mucha atención y no lo hacemos.
Oh querido amigo, tenemos la promesa del Espíritu Santo, y Jesús ha prometido estar con nosotros hasta el fin. Que esto nos sirva de aliento en estos días y que podamos estar firmes en Él.
La importancia del Espíritu Santo en la vida del creyente
El Espíritu Santo no solo es un consuelo en momentos de dificultad, sino también una fuente de poder para testificar y vivir en santidad. La promesa de Cristo fue clara: no estaríamos solos, sino acompañados de una presencia viva que guía, fortalece y nos hace capaces de cumplir la misión que nos ha sido confiada.
Tres razones por las que debemos valorar esta promesa
1. El Espíritu Santo nos da poder. Tal como dice Hechos 1:8, la llegada del Espíritu no es solo un símbolo de compañía, sino la fuente de fortaleza para llevar el evangelio hasta lo último de la tierra. Un cristiano sin el Espíritu se encuentra sin dirección y sin fuerzas, pero con Él, todo es posible.
2. El Espíritu Santo nos guía a toda verdad. Jesús enseñó que el Espíritu nos recordaría Sus palabras y nos conduciría por el camino correcto. En un mundo lleno de confusión, esta guía es vital para distinguir la verdad del error y mantenernos firmes en la fe.
3. El Espíritu Santo es nuestro consolador. En medio de pruebas, tristezas y angustias, Él es quien ministra paz a nuestros corazones. No estamos abandonados, sino sostenidos por el amor de Dios manifestado a través de Su Espíritu.
Aplicación práctica para nuestros días
Así como los discípulos tenían preguntas que no eran relevantes para ese momento, nosotros también muchas veces desviamos nuestra atención hacia temas secundarios. En lugar de enfocarnos en especulaciones o debates que no edifican, debemos concentrarnos en cultivar la presencia del Espíritu en nuestra vida diaria: orar, leer la Palabra, obedecer a Dios y compartir el evangelio con amor y convicción.
Recordemos que esta promesa sigue vigente hoy. No se limitó a los primeros discípulos, sino que se extiende a cada creyente en todas las generaciones. Por eso, cada cristiano puede experimentar la plenitud del Espíritu Santo si vive en obediencia y dependencia de Dios.
Conclusión
La promesa del Espíritu Santo es una de las más grandes muestras de amor de Cristo hacia Su iglesia. Él no nos dejó huérfanos, sino que nos otorgó la compañía del Consolador, quien permanece con nosotros hasta el fin. En vez de preocuparnos por lo que no nos corresponde saber, debemos abrazar esta realidad y vivir cada día bajo Su dirección. De esta manera podremos cumplir nuestro llamado: ser testigos fieles en nuestro hogar, en nuestra comunidad y hasta lo último de la tierra.