La Palabra del Señor es la que nos guía día tras día, es esa lámpara que ilumina nuestro sendero y que nos da la claridad necesaria para entender todas las cosas que enfrentamos, incluso aquellas que parecen demasiado difíciles de soportar. No hay situación que quede fuera del alcance de la Palabra de Dios, pues ella nos ofrece consuelo, dirección y esperanza en cada etapa de la vida. Cuando atravesamos pruebas, dudas o angustias, es en la Escritura donde encontramos la fortaleza que viene de lo alto.
Por eso, en medio de toda dificultad, el Señor nos da la sabiduría y el entendimiento para poder enfrentar la situación presentada. Su Palabra no es letra muerta, sino palabra viva y eficaz, que penetra en nuestro corazón y transforma nuestra mente. Cada pasaje bíblico nos recuerda que no estamos solos, que Dios está cerca de los que le buscan y que Él sostiene a los que confían en su nombre.
Su Palabra debe estar incrustada en cada uno de nuestros corazones. No basta con leerla superficialmente, es necesario atesorarla, meditarla y ponerla por obra. Dios nos la dejó como manual de vida para que andemos por el camino correcto y no tropecemos en senderos de oscuridad. Alguien que guarda la Palabra en su corazón tiene la seguridad de que, en los momentos de tentación, el Espíritu Santo le recordará lo que debe hacer para mantenerse firme.
Dios siempre tiene el control de nuestro caminar, aun cuando a nosotros nos parezca que el camino es incierto o que hemos perdido la dirección. Como hijos de Él y seguidores fieles, debemos reconocer que necesitamos constantemente su ayuda para enderezar nuestros pasos. Hay momentos en que nuestro corazón nos engaña o nuestras decisiones se desvían, y es entonces cuando debemos postrarnos delante del Señor, pedirle dirección y rogarle que enderece lo torcido en nuestra vida.
El salmo 139 nos recuerda lo maravilloso y piadoso que es Dios con nosotros, pues Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Nos formó desde el vientre de nuestra madre y sabe cada palabra que saldrá de nuestra boca antes de que la digamos. Este conocimiento perfecto de Dios debería llenarnos de confianza, porque significa que en cualquier situación de nuestra vida, Él ya tiene preparado el socorro y la salida. No hay circunstancia demasiado grande o pequeña que escape de sus manos.
Nos encontramos en este salmo con un versículo poderoso que refleja la humildad de un corazón sincero. El autor reconoce la majestad de Dios y exalta su grandeza, pero al mismo tiempo reconoce su propia vulnerabilidad. No solo adoraba a Dios con palabras, sino que también se examinaba a sí mismo y pedía al Señor que escudriñara sus caminos. Su deseo era vivir rectamente delante de Dios, no confiando en su propia justicia, sino en la gracia divina.
Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.
Salmos 139:24
El autor de este salmo habla de su caminar delante de Dios siendo completamente honesto. Le pide que examine su corazón para que, en caso de que haya algún camino de perversidad, sea el mismo Señor quien lo aparte y lo guíe por el sendero eterno. Esta oración refleja la actitud que todos debemos tener: reconocer nuestra fragilidad y pedir a Dios que corrija nuestras sendas cuando intenten desviarse.
Así que, al igual que este hombre, debemos ir delante de Dios con humildad, reconocer que sin Él no podemos mantenernos firmes. Si nuestros pensamientos se desvían o nuestros caminos intentan apartarnos de la salvación, la mejor decisión es clamar al Señor para que sea nuestro guía y sostén. Él no desprecia a quien se humilla, sino que se complace en dirigir a aquellos que dependen de su gracia.
Conclusión: La Palabra de Dios es nuestro mayor tesoro, pues nos enseña, nos corrige y nos dirige por sendas de justicia. Tal como el salmista clamó, debemos pedir al Señor que nos muestre si en nosotros hay algo torcido, y que nos guíe en el camino eterno. El creyente que guarda la Palabra en su corazón y se humilla delante del Señor no caminará solo, sino que contará siempre con la dirección de Aquel que es fiel y verdadero. Vivamos entonces cada día bajo la luz de la Palabra, confiando en que Dios enderezará nuestros pasos y nos guiará a la vida eterna.