Todas las cosas fueron creadas por Él

Debemos reconocer al Señor como nuestro Creador y porque Él fue el autor de todo lo que hoy nos rodea. Cuando despiertas y respiras, cuando pones tus pies en tierra, cuando alzas tus manos, con estas tres cosas te das cuenta lo maravilloso que es Dios.

Mi Dios es poderoso, a Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos, como dice Su Santa Palabra, el Creador de todo lo que existe, nuestro Dios poderoso. Él llamó las cosas por su nombre y las creó perfectas, para el disfrute ordenado de toda la humanidad, demos gracias a nuestro Dios por este gesto tan maravilloso.

16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

Colosenses 1:16-18

Aquí Pablo habla a los Colosenses, diciendo que todas las cosas fueron creadas por nuestro Dios, dice que los cielos y la tierra, sean tronos, sean dominio, sean principados, todos fueron creados por Él y para Él.

Él es antes de todas estas cosas, Él es la cabeza del cuerpo de la iglesia, al cual debemos servir por siempre.

Cuando meditamos en esta gran verdad, podemos comprender que nuestra vida no es producto del azar, sino que estamos aquí por la voluntad de un Dios sabio y lleno de amor. Cada amanecer, cada árbol, cada río y cada detalle de la creación testifican de su grandeza. Reconocer al Señor como Creador no es simplemente una confesión de fe, sino una forma de vida que nos invita a agradecer en todo momento.

El apóstol Pablo no solo resalta la obra creadora de Dios, sino que también declara que todas las cosas subsisten en Él. Esto significa que no solo nos dio la vida, sino que día tras día la sostiene. A veces olvidamos que incluso nuestro respirar depende de Él, y que sin su cuidado no podríamos dar un solo paso. La creación no es independiente de su Creador, sino que permanece en constante dependencia de Él.

Siendo Cristo la cabeza de la iglesia, debemos entender que nuestra fe no se trata únicamente de palabras, sino de una relación genuina con Aquel que nos formó y nos redimió. Reconocer su preeminencia en todo nos ayuda a ordenar nuestras prioridades y a vivir conforme a su voluntad. Él merece el primer lugar en nuestros pensamientos, en nuestras decisiones y en nuestras acciones diarias.

La creación misma nos recuerda constantemente el poder y la fidelidad de Dios. El cielo estrellado habla de su inmensidad, el mar nos muestra su profundidad y cada criatura refleja su creatividad. Nada fue hecho sin propósito, todo tiene un lugar en el plan divino. Cuando vemos la perfección del universo, debemos entender que no somos un accidente, sino parte de un diseño perfecto establecido por el Creador.

Por eso, debemos aprender a vivir agradecidos. Cada día es una oportunidad para adorar al Señor no solo con palabras, sino también con nuestra manera de vivir. La obediencia, la fe y la confianza en Él son expresiones prácticas de un corazón que reconoce al verdadero Creador. Incluso en medio de las pruebas, podemos recordar que todo fue creado por medio de Él y para Él, y que nuestras vidas tienen sentido cuando caminamos bajo su propósito.

El libro de los Salmos también confirma esta verdad. El salmista decía: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Salmos 24:1). Esta afirmación nos recuerda que nada nos pertenece realmente, sino que todo es de Dios. Somos administradores de lo que Él nos ha dado, llamados a cuidar su creación y a honrarle con lo que tenemos.

En conclusión, debemos reconocer al Señor no solo como el Creador de todas las cosas, sino también como Aquel que sostiene nuestras vidas y que merece toda gloria y honra. Recordemos que fuimos creados para Él, y que nuestra verdadera plenitud solo se encuentra cuando vivimos en obediencia a su palabra. Que cada día podamos levantar nuestros ojos al cielo y decir con gratitud: “Gracias, Señor, porque todo lo que soy y lo que tengo proviene de Ti”.

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