En la vida solemos anhelar muchas cosas: salud, trabajo, éxito, estabilidad económica y afectiva. Todas ellas son bendiciones que ciertamente agradecemos, pero la Palabra de Dios nos invita a reflexionar en un nivel más profundo. Es bueno tener bendiciones materiales, pero las bendiciones espirituales son las que debemos procurar mayormente, pues son las que permanecerán para siempre y nos acompañarán hasta la eternidad.
Cuando meditamos en lo que Dios ha hecho por nosotros, descubrimos que sus regalos no se limitan a lo visible o lo pasajero, sino que nos ha concedido un tesoro inmensurable en Cristo Jesús. Por ello, debemos vivir con un corazón agradecido, reconociendo que todo lo que tenemos viene de Su mano bondadosa.
Demos gracias a Dios porque nos ha bendecido en gran manera, bendiciones que nos ayudan a conocer más de Él, porque Él nos escogió para que podamos recibir bajo su voluntad estas bendiciones eternas. No fue por casualidad ni por mérito humano, sino por Su gracia y amor infinito que hoy podemos disfrutar de estas riquezas espirituales.
Su amor es tan infinito y grande, que en la Palabra nos dice que nos escogió desde antes de la creación del mundo. Esto nos muestra la profundidad de su propósito eterno. No somos un accidente, sino que fuimos pensados, amados y elegidos desde la eternidad. Es realmente consolador leer en Efesios la expresión que hay en los versos de esta epístola, que enaltecen la grandeza del plan divino:
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,Efesios 1:3-5
Pablo, escribiendo a los efesios, no solo informa, sino que da gloria y exalta el nombre de Dios por esta gran bendición dada a sus hijos escogidos. Sus palabras son un himno de alabanza que nos recuerdan que la obra de salvación es un regalo divino y no una conquista humana. Dios es grande y excelso, y su poder se manifiesta de manera especial en aquellos que le han conocido y en quienes Él ha derramado de su gracia.
Cuando entendemos esto, nuestra perspectiva cambia. Ya no miramos la vida solo con los ojos de lo terrenal, sino con los ojos de la fe. Sabemos que todo lo que ocurre en nuestra vida, incluso las pruebas, tiene un propósito en el plan eterno de Dios. Y mientras el mundo busca la seguridad en riquezas, poder o fama, el creyente encuentra su verdadera seguridad en las promesas de Dios que nunca fallan.
Demos gracias a Dios por esta gran bendición de ser parte de su maravillosa obra, de haber sido escogidos por Él y de recibir el regalo más grande: la obra de Su Hijo Amado Jesús en la cruz, por medio de la cual fuimos hechos hijos suyos. Nada se compara con este privilegio de ser llamados hijos de Dios, herederos de su reino y participantes de su gloria eterna.
Esto debe impulsarnos a vivir en santidad, en obediencia y en gratitud diaria. Las bendiciones espirituales no solo se reciben, también se cultivan mediante una relación íntima con Dios, la oración constante y la obediencia a su Palabra. De esta forma, cada día experimentaremos más de esas bendiciones que nos acercan a la plenitud de Cristo.
Dios, nuestro Padre celestial, gracias te damos por escogernos desde la creación del mundo, para bendecirnos con Tus enormes bendiciones, con Tu amor y con Tu gran misericordia. Que nunca olvidemos que en Ti tenemos todo lo necesario para esta vida y para la venidera, y que nuestra verdadera riqueza está en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Conclusión: Las bendiciones espirituales son las más valiosas porque no se corrompen ni se agotan. Si bien agradecemos las bendiciones materiales, es vital recordar que la herencia más grande es la vida eterna en Cristo. Vivamos agradecidos, conscientes de nuestra elección divina y firmes en la fe, porque hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Esa es nuestra verdadera riqueza.