El salmo 37 es un salmo que claramente nos habla de las personas injustas y la justas. Aquí hay una distinción entre esos dos tipos de personas.
Este salmo es uno de los más conocidos porque nos ofrece consuelo en medio de la aparente prosperidad de los malvados. Muchas veces nos preguntamos por qué aquellos que hacen lo malo parecen avanzar y tener éxito, mientras que quienes buscan la justicia enfrentan pruebas y dificultades. El salmo 37 nos invita a mirar más allá de lo inmediato y a confiar en que Dios tiene el control, que Él hará justicia a su tiempo y que el futuro de los justos está asegurado.
Las personas que le gustan practicar la injusticia, son aquellas que le gusta hacer mal a los demás, pero que no acepta que con ellos hagan lo mismo, sino que ellos piden misericordia para ellos.
La Biblia nos muestra que ese tipo de vida no es duradera. Aunque hoy puedan reír y aparentar seguridad, el fin de los impíos es destrucción. El salmo 37 deja claro que no debemos envidiar su prosperidad ni caer en la trampa de pensar que su camino es más fácil, porque su recompensa será pasajera. El mal trae consigo dolor, y tarde o temprano todo lo que se construye sobre la injusticia se derrumba.
Pero también te podemos presentar otro tipo de persona, es aquel que practica la justicia, que busca la forma de resolver los inconvenientes que se les presenta, que ama a su enemigo, y que le hace el bien hasta a su peor enemigo.
El justo, por el contrario, confía en el Señor y actúa con rectitud. No necesita recurrir al engaño ni a la violencia para salir adelante, porque sabe que Dios es quien sostiene su vida. En cada decisión busca la paz, la reconciliación y el bienestar de los demás, incluso de quienes lo ofenden. Ese es el carácter que agrada a Dios, y es el camino que lleva a una herencia eterna.
El primer versículo del salmo 37 comienza exhortándonos a no desesperarnos a causa de los malignos ni envidiar a los que hacen cosas malas porque el fin de estos será triste. Luego continúa motivándonos a hacer lo correcto delante de Dios y nos enseña qué pasará con los malignos.
Cuando observamos la vida de quienes rechazan a Dios, podemos sentir frustración, pero el salmista nos recuerda que no debemos dejarnos llevar por la ira ni por la impaciencia. Dios es justo, y así como Él permitió que crecieran por un tiempo, también llegará el día en que se marchitarán como la hierba del campo. En cambio, los que confían en Él florecerán y tendrán una vida estable y firme.
Y así continúa haciendo un contraste entre el justo y el malo y en el versículo 29 nos encontramos con una gran promesa:
Los justos heredarán la tierra,
Y vivirán para siempre sobre ella.
Salmos 37:29
Esta promesa es un tesoro de esperanza. Los justos no solo recibirán bendiciones temporales, sino que su herencia es eterna. La tierra que heredarán no es solamente la posesión material, sino el disfrute de la presencia de Dios, la paz, y la seguridad que solo Él puede dar. Esta herencia es para siempre, no se desgasta, ni se pierde, ni la puede arrebatar el enemigo.
Debemos practicar la justicia. Si ves que el impío es prosperado, no te veas tentado a hacer lo mismo que él hace para lograr ser prosperado en la tierra, porque su fin será oscuro. Mejor aférrate a la promesa del Salmo 37:29 y practica el bien para que un día puedas heredar la tierra que Él nos prometió.
El mensaje final es claro: no debemos dejarnos arrastrar por la aparente ventaja de los injustos, sino confiar plenamente en Dios. La justicia del Señor es perfecta, y aunque no siempre la veamos en el momento que queremos, Él cumplirá cada palabra. Nuestra tarea es permanecer fieles, hacer el bien, sembrar amor, y mantenernos firmes en la fe. De esta manera, viviremos con la certeza de que nuestro futuro está seguro en las manos de Dios.
Conclusión: El salmo 37 nos enseña que hay dos caminos: el de los injustos que lleva a la destrucción, y el de los justos que conduce a la vida eterna. No envidies al impío ni te dejes engañar por su aparente éxito, porque el Señor ha prometido una herencia eterna para los que le siguen. Aférrate a esa promesa, vive en justicia, y confía en que el Dios que juzga con rectitud cumplirá todo lo que ha dicho.