5 Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis.
6 Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas.
Justamente en el verso cinco Dios comienza su respuesta hacia la protesta de Habacuc. Veamos bien el versículo cinco, Dios aquí está respondiendo al profeta afligido por la maldad de Judá, y prácticamente le está diciendo que esté tranquilo, pero que a la vez se asombren todos, porque Él haría una obra en aquellos días, que cuando se cuente no la iban a creer. Esto parece una muy buena noticia para la aflicción de Habacuc, y pareciera como si Dios traería un avivamiento o algo así, pero lo cierto es que no se trata de nada bueno, sino que se trata del Apocalipsis desatado sobre Judá.
¿Crees que los Caldeos a no ser que Dios se lo permita hubiesen ido a atacar a Judá? De ninguna manera. Pero justamente en estos versos Dios es el que está permitiendo el deseo de los Caldeos de aplastar a Judá. Lo mismo vemos en muchas partes de la Biblia, Dios permitiendo que los suyos sean azotados de parte de sus enemigos, y todo por la maldad de su pueblo.
7 Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad.
8 Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar.
9 Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena.
10 Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y levantará terraplén y la tomará.
Los caldeos verdaderamente vendrían por Judá, y este sería el justo juicio de Dios por la maldad de su pueblo, trayendo al enemigo con todas sus tropas, haciendo que sus caballos sean ligeros como leopardos, feroces como lobos nocturnos, y vendrían con toda su maldad, sería un triunfo formidable, no habría fallos, pues se trata de que el mismo Dios está permitiendo que así suceda.
Los caldeos eran una nación depravada, idólatra y la maldad corría por sus venas, además, eran una nación que les encantaba conquistar las demás naciones, y ahora el mismo Dios pone en sus manos a su pueblo Judá.
Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios.
¿Te imaginas el final de esta batalla? La sangre corre, milles de soldados de judá están devastados, familias, sin importar la edad; reyes, ricos, pobres, todos están temblando ante el poderío de la nación babilónica, y justamente en ese momento me puedo imaginar a su líder levantando las manos y presumiendo que sus dioses les han dado la victoria.
Los caldeos de por sí tenían una lista muy grande de dioses que veneraban. Ellos servían a Anat, la cual conocían como diosa de la fertilidad y la guerra. Servían al sol, conocido como el dios Shamash, entre muchos otros dioses.
Pero lo que más lejos tenían es que aquella victoria no fue dada por ningunos de sus falsos dioses, sino por el Dios verdadero, el Dios de Judá.
Sigue de cerca esta sección del libro de Habacuc, ya que le daremos seguimiento a sus tres capítulos, profundizando sobre sus profecías y al final esperar que estas palabras de una manera u otra también puedan hacer eco en nuestras vidas.
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