En tu presencia hay plenitud de gozo

Siempre habrá plenitud de gozo en nuestro Señor, cada vez que nos acerquemos a Él, siempre y cuando dejemos todo para estar en esa presencia hermosa que nos dará paz. No se trata de un gozo pasajero, como el que ofrece el mundo, sino de un gozo eterno que brota de tener comunión con el Creador. Esa plenitud no depende de las circunstancias externas, sino de la seguridad de saber que estamos en sus manos, cuidados y amados por el Padre celestial.

Si nos alejamos de Él, cuando la gracia de nuestro Dios se aparta, ya no habrá gozo, solo lamentos, dificultades y pensamientos de derrota que nos harán creer que nada se puede arreglar. El vacío espiritual no se llena con placeres temporales ni con bienes materiales, pues el alma siempre buscará reposo en su verdadero origen: Dios mismo. Por eso Jesús dijo en Juan 15:5: “Separados de mí nada podéis hacer”. La ausencia de Dios en nuestra vida trae desorden y tristeza, mientras que su presencia trae paz y alegría completa.

Por eso en el libro de los Salmos encontramos estas palabras tan alentadoras acerca de este gozo magnífico, de esta plenitud en su presencia que nos permite día a día estar de pie sin importar todos los obstáculos que se presenten. Dios siempre estará ahí ofreciéndonos apoyo y dándonos nuevas fuerzas. David, el salmista, entendió que la verdadera fuente de gozo no estaba en sus victorias militares ni en sus riquezas, sino en el Señor que lo sostenía.

Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.

Salmos 16:11

Este versículo es una declaración poderosa: en la presencia de Dios hay plenitud de gozo, no un gozo parcial ni incompleto. Esa plenitud nos recuerda que solo en Cristo hallamos satisfacción total. Cuando nos acercamos a Él en oración, adoración y obediencia, experimentamos un deleite que no se compara con nada en esta tierra. Y ese gozo no se agota, porque está anclado en la eternidad y en la fidelidad del Señor.

No solamente en los Salmos David se expresa de esta forma, sino que en diferentes pasajes de la Biblia se habla de la grandeza y de la fidelidad de Dios para con todos nosotros. En Isaías 61:10 leemos: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación”. El gozo del Señor no es opcional, es parte de la herencia de los que creen. Es un gozo que fluye de la salvación recibida por gracia.

Si nos fijamos en el verso 1 del capítulo 16 de Salmos vemos la expresión de David hacia Dios: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado”. El salmista estaba depositando todo ante el Señor, y esta es una palabra de sabiduría. Confiar en Dios no significa ausencia de problemas, sino certeza de que nunca estaremos solos. Él es nuestro sustento y la base central de nuestras vidas. Cuando ponemos nuestra confianza en Él, encontramos paz aun en medio de las tormentas.

Todo lo que somos es por Dios, lo que tenemos y aún lo que vamos a tener, es por Él. Nada de lo que poseemos es fruto exclusivo de nuestro esfuerzo; todo proviene de la bondad divina. Por eso debemos dar gracias, así como lo hacía David, quien nunca dejaba de exaltar al Señor en todas sus canciones y oraciones. El agradecimiento abre la puerta al gozo, porque nos recuerda constantemente que no dependemos de nuestras fuerzas, sino del amor y la provisión de Dios.

2 Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti.

3 Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es toda mi complacencia.

Salmos 16:2-3

Debemos creer a plenitud en Dios, porque solo Él nos mostrará el camino correcto. Cuando todo parezca oscuro, Él con su luz nos alumbrará, y seremos salvos por su poder. Dios es el único que puede enderezar nuestro camino, el único que puede mostrarnos la senda de la vida eterna. Por eso el rey David ponía todo ante Él, porque sabía que podía confiar a plenitud en el Dios grande y fuerte. Así también nosotros debemos aprender a descansar en esa presencia gloriosa que nos llena de paz, alegría y esperanza.

En conclusión, la plenitud de gozo no se encuentra en logros humanos ni en bienes materiales, sino en la presencia del Señor. Al buscarlo cada día, experimentamos la verdadera felicidad, la que no depende de lo que sucede a nuestro alrededor. Que cada momento de nuestra vida sea una oportunidad para acercarnos más a Él, rendirnos en adoración y reconocer que solo en su presencia hay delicias para siempre.

Nuestro gozo viene del Señor
Es un privilegio ser perseguido por la causa de Cristo