La sabiduría es una joya muy preciada que debemos guardar en lo más profundo de nuestro corazón. Cuando hablamos de sabiduría no podemos excluir a Dios, porque Él es el dueño de ella, el origen de todo conocimiento verdadero. Es el Señor quien nos da entendimiento para aprender más y más de Él y para andar con firmeza por el camino de la vida. Sin la dirección de Dios, cualquier conocimiento humano es limitado y frágil, pero la sabiduría divina nos guía en decisiones correctas, en relaciones sanas y en la forma de afrontar las pruebas cotidianas. Por eso debemos anhelarla con todas nuestras fuerzas, como un tesoro que no tiene precio.
Una persona sin sabiduría siempre estará frente al peligro, porque no sabe a qué se enfrenta ni cómo salir victorioso en medio de la batalla. El necio confía en sus propias fuerzas, pero termina cayendo en la trampa del enemigo. Al contrario, quien busca la sabiduría del cielo puede analizar la situación, recibir consejo y salir fortalecido. De ahí la importancia de valorar la sabiduría como una joya que no se debe despreciar, porque no proviene de los hombres, sino de Dios mismo.
1 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.
2 Para entender sabiduría y doctrina, Para conocer razones prudentes,
3 Para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad;
4 Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura.Proverbios 1:1-4
Salomón, considerado el hombre más sabio de su tiempo, reconoció que toda su sabiduría le fue dada por Dios. Él entendía que la sabiduría no es simplemente acumular información, sino saber vivir rectamente delante de Dios y del prójimo. Es como una espada que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, cortando todo lo negativo y dejando lo bueno. Es guía, es luz y es protección. Por eso, los que caminan con sabiduría disfrutan de vidas más plenas, porque entienden el propósito divino.
Sin embargo, no todos comprenden lo que significa tener sabiduría de lo alto. Muchos se consideran sabios en su propia opinión y terminan siendo un desastre. Esa sabiduría terrenal, basada en el orgullo y en la autosuficiencia, se convierte en su propia ruina. Hoy en día vemos a personas que creen tener todas las respuestas, pero sus decisiones los llevan a la destrucción porque olvidaron al Autor de la sabiduría. La sabiduría más preciada no es la que viene de los hombres, sino la que viene de Aquel que lo conoce todo y que contempla cada cosa desde los cielos.
El Señor concede sabiduría a quien la busca de corazón. Él abre puertas, da entendimiento y fortalece para que podamos vencer los obstáculos que se interponen en el propósito de Dios. La verdadera sabiduría no solo nos permite crecer espiritualmente, sino también guiar a otros hacia la verdad. Un creyente sabio no se guarda lo aprendido, sino que lo comparte para edificación de los demás.
5 Oirá el sabio, y aumentará el saber,
Y el entendido adquirirá consejo,6 Para entender proverbio y declaración,
Palabras de sabios, y sus dichos profundos.7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;
Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.Proverbios 1:5-7
El sabio verdadero es aquel que escucha y aprende constantemente, que recibe consejo y no menosprecia la corrección. El principio de toda sabiduría es el temor del Señor, es decir, reconocer la grandeza de Dios, honrarlo y obedecerlo. Alguien que teme al Señor entiende que la vida tiene un sentido más profundo y que todo debe hacerse para la gloria de Dios. Por el contrario, los insensatos desprecian la sabiduría y rechazan la enseñanza, quedando expuestos a la caída.
Muchos no entienden porque no se disponen a buscar la sabiduría en el Señor. Creen que llegará sin esfuerzo, pero la Biblia nos enseña a clamar por ella, a buscarla como quien busca un tesoro escondido. Cuando lo hacemos, Dios nos responde con abundancia de entendimiento y discernimiento. La sabiduría no solo nos ayuda a distinguir entre el bien y el mal, sino que también nos fortalece para vivir una vida de justicia, amor y santidad.
Por eso, hermanos, procuremos cada día acercarnos al Señor en oración y en lectura de su Palabra. No nos conformemos con lo que ya sabemos, sino pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a toda verdad. Recordemos siempre que el principio de la sabiduría es el temor a Dios, y que solo con Él podremos vivir una vida plena y victoriosa.