Seamos honestos. La mayoría de los seres humanos no andan en búsqueda del Dador de los milagros, no lo quieren a Él, solo quieren Sus milagros. A menudo vemos personas que no buscan a Dios, pero cuando se les presenta una gran dificultad, acuden a Él, pero luego que ven su problema resuelto, entonces se olvidan de Él.
Esta actitud refleja la condición del corazón humano que tiende a enfocarse más en la bendición que en el que bendice. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que no debemos conformarnos con recibir de Dios, sino que debemos buscarle a Él como nuestra prioridad. El verdadero discípulo aprende a valorar la presencia de Dios más que cualquier milagro temporal, pues entiende que lo eterno es más valioso que lo pasajero.
Para ilustrar esto un poco, demos un vistazo a la historia de los diez leprosos:
11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Lucas 17:11-13
Era normal que cuando Jesús pasaba por algún lugar se le acercaran personas pidiendo sanidad, y los diez leprosos no fueron la excepción, los cuales tuvieron que pedirle desde lejos, pues a los leprosos no les estaba permitido estar cerca de personas sanas, así que, ellos no tuvieron más remedio que pararse de lejos y alzar la voz para ver si Jesús los escuchaba y tenía misericordia de ellos.
La lepra en aquellos tiempos no solo era una enfermedad física, sino también social y espiritual, porque el leproso quedaba excluido de la comunidad y de los actos religiosos. Por eso, el clamor de estos hombres reflejaba una necesidad integral: no solo querían salud, también anhelaban recuperar su dignidad y volver a la sociedad. Jesús, con compasión, no ignoró su súplica, sino que actuó con poder.
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Lucas 17:14
Note que Jesús manda a los leprosos a ir a donde los sacerdotes como si ellos ya estuvieran limpios. Ellos en un acto de fe, van a donde los sacerdotes y todos son limpios en el camino. Pero luego pasó que confirma lo que dijimos en el primer párrafo de este artículo:
Este detalle nos enseña que la fe requiere obediencia incluso antes de ver el resultado. Los leprosos podrían haberse negado a ir, alegando que aún estaban enfermos, pero confiaron en la palabra de Jesús y en el camino fueron sanados. De la misma manera, hoy Dios espera que confiemos en Su palabra y demos pasos de fe, aun cuando las circunstancias todavía no cambien visiblemente.
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
Lucas 17:15
De diez sanados, solo uno volvió para glorificar a Dios a gran voz. Los demás ya tenían su problema resuelto, humanamente hablando ya ellos no necesitaban a Jesús, ¿qué necesidad tenían ellos de Él en ese momento? Y esto es lo que pasa en la actualidad, vamos de rodillas delante de Él cuando todo está color gris, pero nos olvidamos de Él cuando las cosas van bien.
Ese único leproso agradecido nos da una lección poderosa: la gratitud abre puertas a una relación más profunda con Dios. Jesús le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:19). No solo fue sanado físicamente, también recibió salvación espiritual. Esto demuestra que el agradecimiento no solo honra a Dios, sino que también nos bendice a nosotros en dimensiones que van más allá de lo material.
Debemos buscar a Jesús cada día, cada momento, sin importar que estemos bien o mal, debemos buscarlo por lo que Él es y no por lo que nos puede dar o resolver. Debemos buscarlo a Él primero, las demás cosas de la vida Él nos las resolverá porque conoce nuestras necesidades. Recuerda lo que dijo Jesús hablando sobre el afán y la ansiedad: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33).
El cristiano genuino no vive en una relación interesada con Dios, sino en una relación de amor y confianza. Aunque el Señor provee, sana y abre puertas, nuestro mayor tesoro debe ser Su presencia y Su gracia. De nada sirve tener todas las bendiciones si no tenemos al Dador de la vida eterna. Cuando aprendemos a valorar más al Dios de los milagros que a los milagros mismos, entonces hemos entendido lo esencial de la fe.
Conclusión: La historia de los diez leprosos nos recuerda la importancia de buscar a Dios con un corazón agradecido y sincero. Solo uno volvió a dar gloria, y su ejemplo debe inspirarnos a no olvidar nunca al Señor después de recibir lo que pedimos. La verdadera fe no depende de las circunstancias, sino de una entrega diaria a Cristo. Así, nuestro enfoque no estará en lo pasajero, sino en el Dios eterno que merece toda la honra y la alabanza.