¿Por qué es importante decir «en las manos de Dios»? Porque en las manos de Dios estamos más que seguros, porque sin Él nada somos, solo Él nos puede ayudar en medio de la crisis que estemos pasando.
Debemos solo estar puestos en sus manos, no solo nosotros sino todo lo que tenemos y somos, porque Él es nuestro Dios. Debemos confiar y creer que Él nos mantendrá más que seguros.
A veces las personas se confunden al decir que ellos están en las manos de Dios, pero algo que debemos tener en claro es que si no estamos en sus caminos, pues no estamos seguros, porque tenemos a alguien quien nos persigue día a día, que tiene a muchas personas alejadas de las manos de Dios.
Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; No te olvides de los pobres.
Salmos 10:12
Recordemos algo muy importante, es que nuestro Dios no se olvida de los pobres, Él siempre está atento a nuestro llanto, porque, ¿qué haríamos si Él no estuviera atento? Pues moriríamos, pero tenemos un Dios grande y bondadoso cuyas misericordias nos rodean día tras día y por esta razón no perecemos.
Por esto es que vemos esta súplica porque era muy difícil para los pobres de la antigüedad, donde habían muchas personas ricas que abusaban de los demás, pues los tenían al menos.
En el versículo que citamos anteriormente podemos creer en que Dios se había olvidado del los pobres, pero no era así. En ocasiones Dios permite que las personas pasen ciertos procesos para que entiendan que el propósito de Dios es grande con cada uno de ellos, y es por eso que vemos esta súplica.
Las manos de Dios siempre están y estarán dispuestas ayudar a sus hijos, pero también nosotros sabemos que si buscamos a Dios le encontraremos. Lejos de Él no estaremos seguros, sino que si estamos más y más cerca de Él, entonces sus manos también nos ayudarán.
Seamos sabios, clamemos a Él, no pensemos en lo que puede tardar la respuesta, solo espera porque Dios es fiel y su propósito se cumplirá en ti cuando Él crea que sea el tiempo. Si piensas desmayar, solo aguarda Dios llegará a Ti con su escudo para brindarte esa seguridad que necesita tu vida.
Decir que estamos en las manos de Dios también es reconocer su soberanía. Muchas veces queremos controlar todo lo que nos sucede, pero al final entendemos que solo en las manos del Señor hay descanso verdadero. El ser humano tiene limitaciones, pero Dios no tiene ninguna, y por eso rendirnos a Él es el acto más sabio que podemos realizar. No hay nada más reconfortante que descansar sabiendo que nuestra vida está en manos de Aquel que jamás falla.
Cuando confiamos en las manos de Dios, dejamos atrás el temor y la ansiedad. Es natural que las pruebas intenten sacudirnos, pero cuando miramos al cielo, sabemos que no estamos solos. Jesús mismo nos enseñó que nadie puede arrebatarnos de las manos de su Padre (Juan 10:28-29), lo que nos da una seguridad eterna que trasciende cualquier dificultad terrenal.
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de hombres y mujeres que confiaron en las manos de Dios y vieron su fidelidad. Moisés confió en que Dios liberaría a Israel de Egipto, David reconocía en los Salmos que Dios lo sostenía, y los profetas dependían de Su fuerza para llevar mensajes difíciles. Todos ellos comprendieron que fuera de las manos de Dios no había esperanza, pero dentro de ellas había vida, protección y propósito.
Por eso, cada día debemos recordar que nuestras decisiones, nuestra familia, nuestro trabajo y aun nuestros sueños deben ponerse en las manos del Señor. Al hacerlo, dejamos de cargar pesos que no podemos soportar y confiamos en que Él, como Padre amoroso, sabrá guiarnos por sendas de justicia. La fe no significa ausencia de problemas, sino certeza de que las manos de Dios nos sostendrán aun en medio de la tormenta.
En conclusión, decir y vivir «en las manos de Dios» es más que una expresión religiosa, es una declaración de fe y de confianza plena. Es reconocer que sin Él nada podemos hacer, pero que con Él lo podemos todo. Es saber que si permanecemos bajo su cuidado, nunca estaremos desamparados. Por eso, depositemos cada área de nuestra vida en las manos del Señor, y veremos cómo su bondad y misericordia nos acompañarán todos los días.