Cuando nos encontramos en una plena necesidad, debemos recurrir a nuestro Dios, ya que Él es quien nos puede ayudar, nos puede levantar y dar nuevas fuerzas.
La vida está llena de momentos de prueba, de incertidumbre y de cargas que muchas veces sentimos imposibles de llevar. En medio de estas circunstancias, el ser humano suele buscar consuelo en diferentes lugares: amistades, familiares o incluso en cosas materiales. Sin embargo, el verdadero auxilio y la fuerza que necesitamos para continuar provienen de Dios, quien nos sostiene con su amor eterno.
Solo pongamos toda nuestras confianza en Aquel que desde antes de la creación nos amó. Él es Dios, solo Él nos puede libertar y salvar nuestras vidas, darnos aliento y ayudarnos a seguir adelante en su nombre que es nombre sobre todo nombre.
Este llamado a confiar plenamente en el Señor es también un recordatorio de que nada en este mundo es más seguro que su presencia. Las personas pueden fallar, las circunstancias cambian y las riquezas se desvanecen, pero Dios permanece fiel para siempre. Su amor es inmutable y su poder no tiene límites. Cuando depositamos en Él nuestra esperanza, aprendemos a descansar y a esperar con paciencia.
Por eso es bueno que cada día acudamos a Él, con una oración continua, hacia ese Dios amable y bueno, bondadoso y que su misericordia día tras día está sobre nosotros.
Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu palabra.
Salmos 119:28
Aún estando sus Palabras frente a nosotros podemos decir que ellas nos sustentan y nos muestran todo lo que necesitamos para seguir adelante.
La ansiedad y la desesperación son sentimientos que cada persona ha experimentado alguna vez. No obstante, la Palabra de Dios es bálsamo y medicina para el alma, porque nos recuerda que no estamos solos. En ella encontramos promesas que nos renuevan, ejemplos de hombres y mujeres que enfrentaron pruebas, y la seguridad de que Dios sigue obrando en nuestro favor.
Es bueno buscarle no por lo que Él hace por nosotros, ni por sus maravillas, sino por lo bueno que Él es, por sus misericordias, porque aún nosotros siendo malos Él nos amó y nos cuida, nos restaura y nos libra de todo cautiverio, y puso sus Palabras delante de nosotros para que día a día sepamos que en Él somos más que vencedores.
Este enfoque nos enseña a tener una relación genuina con Dios. No se trata únicamente de pedirle bendiciones materiales o soluciones inmediatas a nuestros problemas, sino de adorarlo por lo que Él es: un Padre amoroso, justo y misericordioso. Él merece nuestra gratitud en todo tiempo, incluso en medio de la prueba, porque su gracia es suficiente.
Al estudiar sus Palabras nos podemos dar cuenta que en ellas Él habita porque cada una de ellas fueron inspiradas por Él a los santos. Cuando nos sintamos sin fuerzas debemos recurrir a ellas.
La Biblia no es un libro cualquiera, sino la revelación de Dios para la humanidad. Cada versículo encierra sabiduría, dirección y esperanza. Por eso, al abrir sus páginas, encontramos aliento y vida. Es allí donde descubrimos el carácter de Dios y entendemos su plan perfecto para nosotros, aún en los momentos más oscuros.
Antes de ir a donde una persona a buscar refugio, ve donde Dios, Él tiene la mejor Palabra para ti. No confíes en hombre porque solo Dios te puede fortalecer en momentos críticos y de necesidad, cuando ya no puedas, Dios te dice: «Yo te levanto y te doy nuevas fuerzas para que continúes hacia adelante, solo confía en mí».
En conclusión, todos atravesamos momentos de necesidad, pero el camino correcto es acudir al Señor. Él es nuestro refugio seguro, nuestro amparo y fortaleza. Su Palabra nos guía, su Espíritu nos consuela y su presencia nos levanta. Por eso, cada día debemos aprender a depender más de Él, confiando en que jamás nos dejará ni nos desamparará.