Cumpliré tus estatutos de principio a fin

Unas de las cosas que la misma Biblia nos habla es, sobre prometer y no cumplir, porque si prometes tienes que cumplir porque es mejor no prometer porque a Dios no le agrada que prometas y no cumplas.

Muchas personas cuando quieren obtener algo de parte de Dios, comienzan a decir «Señor, Señor te prometo que seré el mejor cristiano» o «me voy a acercar a tus caminos, te voy a servir por siempre». Pero prometen tanto que luego no pueden cumplir.

A veces nos emocionamos tanto que, comenzamos a decir que seguiremos a Dios. Pero solo lo hacemos porque queremos recibir lo material, queremos resolver nuestros problemas económicos. Después de haber recibido nos olvidamos de esas promesas y no cumplimos.

Me pusieron lazo los impíos,
Pero yo no me desvié de tus mandamientos.
Salmos 119:110

El libro de los salmos nos habla del Salmista David quien siguió el camino y aun teniendo dificultad se mantenía en pie. Sus enemigos buscaban la forma de que se desviara de los caminos de Dios, pero David nunca miraba hacia atrás.

Dios siempre escuchaba la oración de este hombre, debido a que este hombre nunca se alejaba de Dios, aun en sus momentos más terribles estaba confiado como un león, nunca dejó de confiar en que Dios no lo desampararía.

Por heredad he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi corazón.
Salmos 119:111

El Salmista David hablaba de lo maravilloso que era la obra de Dios, él decía que el testimonio de Dios era su heredad, dando a entender que si tenía gozo era porque Dios y era su todo.

Contaba con gran gozo las poderosas maravillas de Dios, su corazón siempre estaba alegre ante sus tribulaciones, todo en cuanto enfrentó lo hizo con valor y confiando que Dios siempre estaría con él.

Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos
De continuo, hasta el fin.
Salmos 119:112

Esta es una hermosa declaración que debemos hacer ante Dios, que no sea simple palabrería, sino que lo digamos de corazón y lo demostremos con hechos, que cuando prometamos algo, así mismo podamos cumplirlo. Seamos íntegros delante de Dios y hagamos las cosas con amor y con fidelidad ante todo, y que nuestro corazón sea así como el de el Salmista David, gozoso en todo tiempo.

El peligro de prometer sin pensar

Prometer a la ligera es un error muy común entre los creyentes. Muchas veces creemos que con palabras podremos convencer a Dios para que actúe en nuestro favor, pero olvidamos que Él mira más allá de nuestras frases. Dios observa la intención real de nuestro corazón y nuestra disposición a cumplir con lo que decimos. Por eso, es mejor ser prudentes y meditar antes de hacer cualquier promesa delante de Él.

En la vida diaria también sucede algo similar. Cuando prometemos algo a una persona y no lo cumplimos, dañamos la confianza que esa persona tenía en nosotros. Si esto ocurre con nuestros semejantes, ¡cuánto más con Dios! Recordemos que las Escrituras enseñan que nuestro «sí» debe ser sí y nuestro «no» debe ser no, porque lo contrario procede del mal.

La importancia de la fidelidad

Dios se agrada de un corazón fiel, sincero y comprometido. El ejemplo del Salmista David nos muestra que, a pesar de sus pruebas y caídas, siempre volvió al camino de Dios con un corazón arrepentido y dispuesto a obedecer. Esa actitud de fidelidad es la que debemos imitar en nuestra vida cristiana, porque la fe se demuestra con acciones y no solo con palabras.

Ser fiel a Dios implica vivir de acuerdo con su Palabra, aunque nadie nos esté mirando. Significa cumplir lo que hemos prometido en momentos de oración, en votos personales o incluso en decisiones que hemos tomado en silencio delante de Él. Dios honra la fidelidad, y quienes permanecen firmes en medio de las pruebas reciben grandes recompensas espirituales.

Aplicación para nuestra vida

Este pasaje nos enseña que no debemos ser ligeros en hablar con Dios. Es necesario reflexionar y comprender que Él espera de nosotros un compromiso genuino, no solo palabras vacías. Así como David hallaba gozo en cumplir los estatutos divinos, también nosotros podemos experimentar verdadera paz y alegría al vivir conforme a la voluntad de Dios.

En conclusión, no se trata solo de evitar hacer promesas, sino de aprender a ser fieles en todo lo que decimos y hacemos. Si decidimos entregar un área de nuestra vida al Señor, debemos hacerlo de verdad, con integridad y constancia. Así mostraremos que nuestras palabras no son vanas, sino que están respaldadas por hechos que glorifican a Dios.

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