El mensaje del evangelio debe ser un himno resonante en los labios de todo aquel que profesa ser cristiano, ya que este es el mensaje que se nos ha encomendado presentar a los hombres, y esto se debe a que no hay otra exposición más intrigante y apasionada que el evangelio.
Creo firmemente en que ningún mensaje pueda convencer más a un alma del pecado que el evangelio. Podemos hablar de lo doloroso que será el infierno, podemos hablar de sanidades y milagros, podemos hablar de prosperidad, podemos hablar de un millón de cosas, pero todo eso se desvanece frente al mensaje del evangelio.
La Biblia dice que el evangelio es una noticia, pero no cualquier noticia, sino una buena noticia, buenas nuevas de salvación. Y la iglesia de hoy en día tiene que traer devuelta a sus púlpitos este mensaje, puesto que es la esencia de la iglesia, si esto no se predica en las iglesias, entonces estamos perdiendo el tiempo.
Regresemos, ¿qué es el evangelio? Es una definición básica, pero lo básico no carece de importancia. El evangelio es que Cristo siendo Dios se hizo hombre y habitó entre los hombres, llevando todos nuestros oprobios sobre sus hombros, cargando nuestra culpabilidad para nuestra justificación y así salvarnos de la ira de Dios.
El mismo Jesús dio ordenanzas de que había que predicar este mensaje:
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Marcos 16:15-16
Jesús dijo que tenemos que predicar este mensaje, ¿lo estamos haciendo? ¿hemos encontrado un mejor mensaje por el cual sustituirlo? Vuelvo y digo, no existe un mensaje mejor, no existe un mensaje más convincente, este es el verdadero mensaje, estas son las buenas nuevas y debemos llevarlas a la humanidad para que puedan ser salvos.
Animémonos, y si no estamos predicando este mensaje comencemos a hacerlo, llevándolo por todo el mundo, incluyendo nuestras redes sociales, pero hagámoslo, contemos a los hombres cuán bueno es nuestro Dios y que en este mundo no existe nada que nos dé más satisfacción que pertenecer a Dios.