El mundo no es nuestro hogar

Algo que debe preocuparnos fuertemente como creyentes en Cristo Jesús es que el mundo no puede, no debe y no es nuestro hogar. Pertenecemos a un reino que no es de este mundo, pertenecemos a una ciudadanía celestial que esperamos firmemente. Y no debemos menguar en cuanto a esto de saber que el mundo no es nuestro hogar, y es que al estar en el mundo, a veces nos queremos adaptar o acostumbrar al sistema de este mundo y esta no debe ser nuestra manera de pensar.

Tenemos como ejemplo a los profetas en el antiguo testamento y a los apóstoles en el nuevo testamento, a nuestra amada iglesia primitiva, y más allá de todos a nuestro Señor Jesucristo, quienes no estimaron a este mundo, quienes esperaban en algo mejor y nunca se acostumbraron ni adaptaron a este mundo. ¿Sabías que lo peor que le puede pasar a un creyente es sentirse muy cómodo en este mundo?

Unos de mis pasajes favoritos en las Escrituras es Hebreos 11, ya que nos habla de hombres de Dios que tuvieron una fe inquebrantable y eso nos enseña a no desmayar y aún en medio de la debilidad mantenernos firmes.

13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;

15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Hebreos 11:14-16

Somos peregrinos y extranjeros en esta tierra, las Escrituras una y otra vez nos dicen que no somos de este mundo amados, y este pasaje nos enseña mucho sobre ello, estas personas no esperaban en las cosas terrenales, porque ellos tenían una visión más allá y era la celestial. ¿Este mundo ha sustituido tu visión sobre Dios? Entonces es hora de recuperarla y comenzar a vivir para la eternidad y que nuestro sueño y prioridad sea Dios.

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No busques tu propio bien
No te canses de hacer el bien