Dichoso aquel que confía en Dios

Tener confianza en el Señor es la que nos ayuda a que sigamos en pie de batalla sin temor a nada porque sabemos que Dios está cuidando de nosotros cada día.

La confianza en Dios no se trata simplemente de una emoción pasajera, sino de una certeza en el corazón que nos sostiene aun cuando el mundo se derrumba alrededor nuestro. Confiar en el Señor significa entregar nuestras cargas, nuestras preocupaciones y nuestros anhelos a Aquel que todo lo puede. Es una entrega constante que se refleja en nuestra manera de vivir, en la paz que sentimos y en la seguridad de que no estamos solos en el camino de la vida.

Dios es nuestro guía, Él es quien nos llevará por el buen camino, nos librará de los lazos del cazador, y esta es la razón por la cual debemos estar plenamente confiados en el Señor, porque Él es fiel y cumple sus palabras.

Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; Escucha, oh Dios de Jacob.

Mira, oh Dios, escudo nuestro, Y pon los ojos en el rostro de tu ungido.

Salmos 84:8-9

Cuando el salmista clamaba a Dios, lo hacía con la seguridad de que estaba siendo escuchado. Esa misma confianza debe habitar en nuestro corazón. Muchas veces pensamos que nuestras oraciones no pasan del techo, pero la Palabra nos recuerda que tenemos un Dios vivo que oye y responde en el tiempo perfecto. Él es nuestro escudo, nuestro protector, y no permitirá que seamos derrotados si permanecemos firmes en Él.

El salmo 121:1-2 dice:

1 Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?

2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.

Entonces, si nuestro socorro viene de Dios, ¿por qué nos preocupamos por lo que nuestro adversario dice, si Dios está con nosotros?.

Este pasaje nos recuerda que nuestra ayuda no proviene de los hombres, ni de nuestras fuerzas, ni de los recursos que podamos acumular. El verdadero socorro viene del Creador de los cielos y de la tierra. Esta verdad debería llenarnos de esperanza, porque si el mismo Dios que formó el universo está de nuestro lado, no hay batalla que podamos perder. La confianza en Él nos libra de la ansiedad y nos fortalece para perseverar.

Solo debemos clamar a Dios con el corazón, así como lo dice este Salmo, Él es Dios de los ejércitos, Él que nos ayudará a vencer todo lo que está en frente nuestro.

Recordemos que Dios es nuestra fortaleza, Él es escudo al que está en batalla, nos sustenta todo el tiempo. Dios es nuestra razón de vivir, porque si no tenemos a Dios no tenemos vida. Sus ojos están puestos sobre su ungido y Él no los quitará de encima de nosotros.

Porque sol y escudo es Jehová Dios;
Gracia y gloria dará Jehová.
No quitará el bien a los que andan en integridad.

Salmos 84:11

Esta promesa es maravillosa, pues nos asegura que Dios es sol que alumbra nuestro camino y escudo que nos defiende del mal. Él es quien nos da gracia y gloria, y no retiene el bien de aquellos que caminan rectamente. Esto nos motiva a vivir en obediencia y a mantenernos íntegros, sabiendo que cada decisión correcta trae consigo la bendición de Dios.

Es bueno que sigamos bajo los mandatos del Señor, haciendo lo correcto delante de Él y de los demás, porque si no hacemos lo que Dios ha puesto sobre nosotros, se irá por no ser obedientes.

La obediencia es el fruto visible de la confianza. No basta con decir que confiamos en Dios si nuestras acciones demuestran lo contrario. Cada vez que seguimos sus mandamientos, cada vez que actuamos con justicia y amor, estamos confirmando que nuestra fe no es vacía, sino viva y real. La obediencia abre la puerta a la protección y a las bendiciones que Dios ha preparado para sus hijos.

Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía.

Salmos 84:12

No dejemos de confiar en el Señor, porque sin Él no podemos hacer nada, solo Dios nos puede dar las fuerzas que necesitamos para poder seguir clamando y en pie de batalla sin temor a nuestros adversarios.

Confiar en el Señor es una decisión diaria. No es algo que se hace una sola vez y se olvida, sino que es un estilo de vida. Cada mañana debemos recordar que dependemos de Él, que nuestras fuerzas vienen de su mano y que nuestra victoria está asegurada en Cristo. La confianza en Dios nos da seguridad en medio de la tormenta y gozo en medio de la dificultad. Bienaventurado es aquel que hace del Señor su refugio y su escudo.

Crucificado con Cristo
Separados de Jesús nada podemos hacer